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Antonio Santos vuelve sobre la historia de Independiente para abordar una serie de artículos sobre Vicente de la Mata, que hoy cumpliría 102 años. La publicaremos en tres entregas semanales. 


La Familia De la Mata, oriunda de León (España), llegó a la Argentina en uno de los infinitos barcos que vinieron a principios del Siglo XX. En plena ola inmigratoria, la familia recaló en Rosario, en el barrio La Sexta. Allí Vicente de la Mata y Elena García tuvieron tres hijos. Uno de ellos, nuestro protagonista, nacido un 15 de enero de 1918, a quien nombraron como el padre “Vicente”. 

Aquel segmento de la ciudad, comprendido entre el río Paraná, la Avenida Pellegrini y el Boulevard 27 de febrero comenzó a poblarse con estibadores portuarios y trabajadores del riel, ya que la punta de línea del ferrocarril Rosario a Puerto Belgrano se hallaba en al actual Escuela de Música de la Universidad de Rosario. 


Barrios de casas bajas, de casillas de chapa, calles de tierra y poco adoquinado. Repleto de baldíos y potreros donde los pibes moldeaban el arte del fútbol. Vicente fue una expresión genuina del fútbol criollo. Criado en el barrio del que nunca se fue, aprendió el oficio de gambeteador en el potrero, siendo esta una marca registrada a lo largo de su carrera. 

La infancia transcurrió por esos arrabales de Rosario, juntándose con amigos, formando equipos de barrio. Fútbol a toda hora, a sol y sombra. Una tarde se presentó un representante del Club Central Córdoba para invitar a los “pibes” a una prueba. Jugar en el Charrúa era el sueño de cualquier purrete y más en su familia, que abrazó los colores azul y rojo gracias al fanatismo de su padre, quien alternaba el trabajo portuario con los domingos sagrados en los viejos tablones del estadio del barrio Tablada. 

De la Mata fichó a los 12 años para los Charruás y edificó su incipiente estirpe de crack en las juveniles y como la inmensa mayoría de los futbolistas de esa época imitaba a su gran maestro: Gabino Sosa, la leyenda del "Payador de la Redonda". 

De la Mata y Gabino Sosa en Central Córdoba de Rosario

Su aparición en la primera división de Central Córdoba cumplió el sueño familiar y ante la ausencia temprana de su papá, asumió la responsabilidad hogareña y los pocos pesos que ganaba, los invirtió para ayudar a su madre y a sus hermanos. A los 17 años había quedado consagrado como un jugador de estilo propio y calidad. 

A fin de la temporada 1936 el director técnico el seleccionado argentino, Manuel Seoane (otro ídolo de Independiente, máximo goleador del amateurismo), echó el ojo sobre las cualidades de Vicente, convocándolo para participar de la 14ª edición del torneo Sudamericano a jugarse en Buenos Aires en el verano de 1937. Su historia cambiará para siempre. 

El "Gallego" fue el único futbolista del interior, que no jugaba en los clubes de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y se aprestaba a compartir equipo con jugadores como Antonio Sastre, Jose Maria Minella, Carlos Peucelle, Francisco Varallo, Bernabé Ferreyra, Scopellil y el Chueco García, entre otros. 


Romance de una noche de verano
El Torneo Sudamericano fue el primer certamen continental jugado en nuestro país en horario nocturno y en dos sedes: River Plate (de día) y San Lorenzo (de noche). Participaron Brasil, Chile, Paraguay, Perú, Uruguay y Argentina. 

El fixture dejó para la última fecha un plato fuerte: Argentina vs Brasil, donde solo servía el triunfo para salir campeón. Un lunes 1 de febrero, con 80.000 personas rugiendo desde los tablones de la Av. La Plata bajo un clima bélico, con dientes apretados y con escenas de violencia. 

A los 39 minutos entra Vicente desde el banco de suplentes reemplazando a Varallo, y fue recibido por su futuro compañero en Independiente, Antonio Sastre, naciendo un mito. “Pibe, júntate conmigo que entre los dos vamos a hacer Capote”. La frase quedará patente para la eternidad y en cada reportaje De la Mata responderá el significado de su nuevo apodo: “Quería decir que había gambeta libre. Con él gambeteábamos hasta cansarnos. Subiendo y bajando la pelota nos olvidábamos de los demás”. 

Tres minutos bastaron para que Vicente se convirtiera en Capote. A los 4 minutos de la etapa suplementaria, Lazzatti cedió la pelota a Peucelle, y este al Chueco García. Entre santafecinos resolvieron la papeleta, centro del Chueco, borbollón en el área y De la Mata con un tiro bajo abrió el marcador. El delirio tronó la medianoche de Boedo y tres minutos más tarde una nueva arremetida del Chueco quien mandó otro centro, Bernabe Ferreyra y Jahú cocaron en el aire y la pelota le quedo servida a Vicente, quien con un derechazo cruzado, desató la locura en las tribunas. La historia de grandeza para “Capote” comenzaba a dar sus primeros trazos a lo grande... 

La transferencia de Vicente a Independiente fue el run-run en el inicio de 1937, pero eso quedará para la segunda parte de este relato.

Antonio G. Santos (Tony)
Twitter: @abogado666
Especial para La Caldera del Diablo

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