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Eduardo Bolaños vuelve a meterse en aquellos momentos de nuestro fútbol de los años 80, con una partido clave en el Independiente campeón 1988/89... Un 13 de noviembre, hace 30 años, la cosa estaba pesada para el Indio Solari, y la historia podría haber cambiado... Leé la nota y mirá el compacto de aquella victoria ante Boca en Avellaneda.


La tarde caía implacable sobre el estadio “Ciudad de Vicente López” aquel domingo 6 de noviembre de 1988. Tras una semana de muchas reuniones, trascendidos y, sobre todo, flojos resultados, Independiente parecía acercarse en forma riesgosa al abismo. Había igualado en cero con Platense en una descolorida actuación y se ejecutaron penales para definir quien se quedaba con el punto extra. Cayó del lado del local y de la peor manera para los rojos, ya que el último lo malogró Carlos Alfaro Moreno, reciente adquisición y con pasado cercano justamente en los calamares…

Como lo señalaba la revista El Gráfico: “Independiente no mostró absolutamente nada elogiable. Sus hinchas, sin embargo, no pensaban en éste domingo sino en el que viene: Uy Dios, encima jugamos contra Boca, repetían todos…”

Es que la realidad del fixture marcaba que el domingo 13 debía recibir a los xenezies, en un cotejo pleno de condimentos: El rival era el puntero del campeonato con 6 victorias al hilo, era dirigido nada menos que por José Omar Pastoriza, quien había llevado a Claudio Marangoni, lo que había propiciado una doble traición futbolera para el pueblo Rojo. Además, el clima interno era cercano al infierno, con cuestionamientos a los directivos, los futbolistas y sobre todo al entrenador, Jorge Solari. En las horas previas, se suponía, por declaraciones de los implicados, que en caso de no ganarle a Boca, dejaría su puesto.


El sol pletórico le daba un marco más ardiente a la tarde en Avellaneda, donde Independiente mostró sus mismos errores que en partidos anteriores, aunque una mayor vocación ofensiva, gracias al regreso del maestro Bochini. Y quien más sino él sería el indicado para abrir el marcador y refrendar su vigente costumbre de hacer goles en partidos decisivos: A los 14 minutos recibió un centro de Insúa dentro del área, la mató con el pecho con esplendorosa calidad para dejar en el camino a su marcador (Carrizo) y luego definir con precisión contra el poste izquierdo de Navarro Montoya.

Delirio completo en la hinchada, pero acorde con aquellos tiempos, tan efímero con una gota en el desierto, porque tan solo cuatro minutos más tarde llegó el gol de Alfredo Graciani. A partir de allí se repartieron más errores que aciertos. Las chances de los rojos dependían de las potentes incursiones ofensivas de Marcelo Reggiardo, convertido en una pesadilla para el fondo boquense.

A falta de tan solo 11 minutos y cuando la sentencia de empate parecía una realidad ineludible, llegó el último grito de la tarde. Néstor Clausen arrancó por la derecha y la cedió a Insúa que se fue como puntero por ese sector, enganchó hacia adentro y sacó el centro al segundo palo por donde apareció en forma sorpresiva el paraguayo Rogelio Delgado, quien con un potente disparo doblegó completamente a Navarro Montoya.


Independiente festejó un triunfo necesario y ante un rival al que deseaba vencer más que nunca. Fue el punto de partida para la vuelta olímpica que se concretaría seis más tarde ante Deportivo Armenio en cancha de Ferro. Jorge Solari permaneció en el cargo y fue encontrando el equipo, haciéndole recuperar la confianza a Alfaro Moreno, dándole a Insúa la responsabilidad de conducir junto al Bocha, respaldándose en una sólida línea de fondo y el trabajo a destajo de Bianco y Ludueña para la recuperación y el primer pase.

Lo que tantas veces nos preguntamos en la vida y en el fútbol, aquella soleada tarde de Avellaneda escribió un nuevo capítulo: “Que hubiese pasado si…” Por suerte para Independiente, la historia se escribió a su favor.

Eduardo Bolaños
Twitter: @Edu_sport
Especial para La Caldera del Diablo



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