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Eduardo Bolaños vuelve a sumergirnos en la rica historia del Rojo para contarnos la espectacular victoria por 3 a 2 ante Olimpia de Paraguay, en Avellaneda, clave en la obtención de la Libertadores del 84. No te pierdas el video del gol definitorio de Buffarini, con relatos de Víctor Hugo, joya del archivo.

Tras los festejos por el justo título de 1983, el hincha de Independiente se preparó por el viejo anhelo de regresar a la Libertadores luego de cinco años. Una eternidad para el rey de Copas. Eran tiempos donde solo avanzaba a la siguiente fase el primero de cada zona, y ésta se presentaba muy pareja. Allí estaban Estudiantes de La Plata (histórico adversario en duelos de estilos), Sportivo Luqueño y Olimpia, equipo acostumbrado también a estas luchas

El martes 24 de abril Independiente lo recibió en un colmado estadio de Avellaneda, cuando la disputa se había reducido solo a ellos dos, que eran los líderes con 7 unidades, ya eliminados los otros dos cuadros. Los rojos tenían +5 de diferencia y el elenco paraguayo +3, pero para los hombres de Pastoriza aquella era su última presentación, mientras que a su rival aún le iba a quedar la visita a Estudiantes tres días más tarde.



Con todos estos condimentos era de esperar un match ardiente, de pierna fuerte y mucha fricción. Fue así, pero también con buenas dosis de fútbol y algunas actuaciones individuales de alto nivel. Apenas iniciado el cotejo, llegó la apertura del marcador con un impecable cabezazo de Marangoni casi dentro del área chica. Era lo que necesitaba Independiente para jugar tranquilo, pero enfrente había un equipo de mucha experiencia, que asimiló el golpe y a los 17 alcanzó la igualdad con un golazo de Guasch desde afuera del área.

El juego atildado y de toque parecía archivado, porque los nervios devoraban a Independiente, sabiendo que un empate era casi la eliminación. Mucho peor cuando a los 54 Benítez puso el 2-1 para la visita, que le aseguraba la clasificación al grupo semifinal. Pero fue en ese instante, cuando el estadio fue más caldera que nunca, alentando sin parar. Los futbolistas respondían yendo en avalancha, pero cada intento era conjurado por Ever Almeida, un verdadero fenómeno del arco. Cuando solo faltaban 15 minutos, el árbitro Edison Pérez de Perú marcó penal en el área de Olimpia. La responsabilidad en el pie derecho del casi infalible Jorge Burruchaga, que la colocó con maestría y calidad junto al poste derecho.


No es difícil imaginar lo que fue la cancha a partir de ese momento. Un estruendo Rojo que bajaba sin límites hasta el arco, donde Almeida seguía sacando todo. Los relojes ya marcaban los 89 y llegó aquella jugada, que pareció sacada de una película: Barberón tomó la pelota casi como volante por derecha y se la entregó a Bochini en el círculo central. El genio avanzó con ella varios metros y en el momento que un adversario estaba a punto de quitársela, habilitó con una justeza infinita al propio Barberón, entre dos defensores. El puntero llegó al fondo y sacó un centro rasante, que el pibe Bufarini envió a la red para decretar uno de los festejos más recordados.

Independiente quedó a un paso de la clasificación, que se selló en La Plata, cuando Olimpia venció a Estudiantes tan solo 1-0. Con drama, con emoción, fue un paso decisivo para poder levantar tres meses más tarde por séptima vez, la Copa Libertadores, en el merecido reencuentro de dos viejos amigos.

Eduardo Bolaños
Twitter: @Edu_sport
Especial para La Caldera del Diablo



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