El fútbol es el arte romper con los imposibles. Es hacer magia con esa palabra y desaparecerla. Atravesar las barreras de lo esperado, de lo verosímil, para arrancar no solamente aplausos, sino una sonrisa en el alma. Entonces no es casualidad que el día del futbolista, 14 de mayo, se celebre en honor a un nuevo aniversario del “Gol imposible” de Ernesto Grillo a Inglaterra en 1953.
La Selección Argentina enfrentaba en un amistoso a su similar de Inglaterra en el Estadio Monumental ante casi 86 mil personas. Aunque si se tiene en cuenta a todos los que aseguran haber estado allí, la suma asciende a cientos de miles. El entrenador del equipo, Guillermo Stábile, había convocado a toda la delantera titular de Independiente.
En esos tiempos en los que los números de distribuían de manera diferente y se podía observar un sesgo de herencia británica en el fútbol del país, sobre todo desde lo idiomático, el técnico decidió formar en ataque con Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz (Nota de La Caldera del Diablo: todos delanteros de Independiente). Una diablura. El resto del equipo fue: Musimessi; Dellacha y García Pérez; Lombardo, Mouriño y Gutiérrez.
Taylor, de cabeza, adelantó a la visita. Pero allí apareció la jugada que fue gol, y el gol que fue leyenda. Grillo, el Pelado de abundante cabellera, recibió de Lacasia, dejó en el camino a Wright y Barlow y enfiló hacia el arco. Barras se le tiró al piso, pero su esfuerzo fue inútil. El argentino estaba en una posición incómoda, un ángulo muy cerrado. El arquero Ditchburn pecó de ingenuo y se adelantó un paso para cortar el centro. Pero Grillo, picardía en estado puro, remató al hueco que había entre el número uno inglés y el palo. Nadie lo creía. Nacía el gol imposible.
“¿Si tiré al arco?... Mire, si usted quiere ganar la lotería, tiene que comprar un billete”, sintetizó el delantero años más tarde. La viveza seguía intacta. Micheli y el mismo Grillo completaron el 3-1 final. Unos días más tarde, precisamente el 17, se jugó la revancha con casi 93 mil espectadores. La lluvia castigó a la multitud y permitió que se jugaran solamente 23 minutos.
El partido de la discordia
La historia no es tan sencilla como parece. Sucede que los ingleses han negado completamente la existencia de aquel partido de 1953. ¿El motivo? Sostienen que no era oficial de selecciones, sino de combinados y que el verdadero era el del 17 que se suspendió, por lo tanto no cuenta en la estadística. Son muchos los libros ingleses que no lo consideran. En cambio, el escritor inglés David Downing en su “Argentina V.S. Inglaterra”, no da cuenta de la situación especial y agrega: “La imagen de Grillo al anotar el gol de ensueño (sic) se transformó en la prueba eterna de las aspiraciones de grandeza del fútbol argentino.”
La fundación RSSSF, entidad importante a nivel estadístico, sí incluye este partido, aunque aclara que no fue oficial. Eduardo Cantaro, historiador y consultor externo de FIFA en este tipo de cuestiones, sostiene que “como se ganó, se tergiversó la historia”. Es la eterna disputa sobre la manera de verlo del vencedor y del vencido. El especialista en la Selección agrega sobre aquel encuentro: “Fue importantísimo ganarle al equipo de los ‘Maestros ingleses’. Habían pasado sólo dos años de la digna derrota en Wembley, la del León, y todo el mundo esperaba poder ganarles. Era lo que faltaba y tal vez con eso sí podíamos tener un título imaginario de ‘los mejores del mundo’, porque ‘superamos’ a nuestros maestros”.
Felices en su día
Mientras Lio Messi es aplaudido desde todos los puntos cardinales y marca una diferencia con el resto como hace mucho tiempo no se ve, el 14 de mayo se conmemora el día del futbolista en la Argentina. No solamente de los fenómenos que están en Europa, sino de cada jugador, de nivel o categoría que fuera. De aquellos trabajadores de la pelota, tantas veces héroes anónimos, que luchan para vivir de su pasión. Los que, al igual que el eterno Ernesto Grillo en sus apremiantes últimos años de vida, nunca les devuelven una pared para que descansen tranquilos, con la redonda bajo la suela.
Iván Sandler
El Gráfico, 14 de mayo de 2009