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Bajo un diluvio torrencial, Independiente ganaba en Bahía por 2 a 0 con dos goles de penal de Herrera y Velasco, se lo empataron y lo pudo perder cuando Sosa atajó un penal cerca del final. Por las circunstancias extrafutbolísticas, el Rojo hizo un gran partido y se trae un puntazo.

Atrás quedaron las horas pasadas en aeropuerto, los futbolistas que debieron dormir en el piso, la injusticia y los malos tratos de la policía brasileña, las causas que se deberán analizar de acuerdo a los dichos del médico del Club, la ausencia de dirigentes de peso acompañando a la delegación y hasta la deportación de un tercio del plantel y el director técnico. 

Nada de eso importaba cuando empezó a correr la pelota en Salvador de Bahía y para ponerle más épica se largaba un diluvio de proporciones que terminaría anegando el campo de juego en muchos sectores, haciendo prácticamente imposible que la pelota corra normalmente.

Independiente sacó a relucir la mística copera, adelantó líneas, puso amor propio y empuje y fue. Comenzó sufriendo pero se acomodó, y sobre el final de la primera etapa y el comienzo de la segunda llegaron dos penales que marcaron Herrera y Velasco para adelantar al equipo que hoy condujo César Velázquez, cuarto DT en cuatro partidos.

El Rojo ganaba y aguantaba, pero Bahía llegó al empate a fuerza de empujar y jugar con el cansancio de todo lo acumulado. Y faltando menos de cinco minutos Sosa, el héroe de la noche, atajó un penal que le hubiera dado una injusta victoria al local. 

El empate es heroico si se piensa en las circunstancias previas y el contexto general en que se dio el partido. También duele sabiendo que se tenía una ventaja favorable y no se pudo sostener. No obstante, el Rojo vuelve de Brasil manteniendo el invicto, liderando la zona y sabiendo que tiene todo a su favor para clasificar a la siguiente fase de la Sudamericana.

Emiliano Penelas

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