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Independiente comenzó a ordenar sus finanzas, avanza en obras necesarias tanto en el Estadio como en sus predios, e incorporó jugadores de jerarquía para ponerse el cartel de candidato. Sin embargo, el equipo juega mal, ganó un solo partido y a cinco fechas de comenzar el campeonato parece fuera de la pelea. 

Foto: @fedeperetti para La Caldera del Diablo

Es el único grande que no juega la Libertadores. Se trajeron refuerzos de jerarquía sobre un plantel que se cimentaba desde el torneo anterior en una base sólida. Hubo tiempo de trabajo y dedicación, una pretemporada acorde a las exigencias. Aún así, no hay respuestas del equipo, que no demuestra ninguna evolución de juego, orden o jerarquía para afrontar compromisos trascendentes.

Las declaraciones de Pellegrino parecen a años luz de lo que se ve dentro de la cancha, donde tampoco aparecen referentes salvo una o dos excepciones, y mantiene en su puesto a jugadores resistidos y con rendimientos muy flojos, como el caso emblemático del arquero Diego Rodríguez.

Salvo los dos encuentros que perdió, en los demás muere y mata sobre la hora, a veces sin merecerlo (es cierto que River no hizo méritos para quedarse con los tres puntos) pero deja en claro errores groseros. Derrotó a Belgrano en el último suspiro, y así fueron las definiciones ante racing y River, en esos minutos en los que el descontrol y la búsqueda de un resultado quemando las naves, aparece como lo único importante.

Pero en el transcurso de los partidos tampoco se adueña de la pelota, no muestra evolución en las jugadas de pelota parada y llegó a la exasperación de considerar que ante los Millonarios el recurso más valioso eran los laterales de Aquino.

En el contexto de un Club que comenzó a ordenarse, a construir y remodelar sus predios, sus sedes, y la anhelada finalización del Estadio, el fútbol, que es el motor de este gigante llamado Independiente, está faltando.

Emiliano Penelas

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