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El Rojo de Garnero tuvo un flojísimo debut y mereció perder por más ante un Vélez que jugó a su ritmo y si no aumentó la cuenta fue por propia impericia y gracias a Adrián Gabbarini. Los debutantes, a tono con el nivel del equipo.

La verdad que la triste imagen dejada por Independiente en Liniers debe haber roto las ilusiones de muchos de los que coparon el Amalfitani pensando si éste será el equipo que veremos o si todavía habrá tiempo de mejorar.

En principio, se esperará mucho más de los refuerzos, pero se evidenció que el Rojo tiene fallas en sectores de la cancha donde no aparecen nombres propios que puedan reclamar como suyo ese espacio. Quedó evidenciado por el lateral derecho, donde Vallés es la única alternativa que tiene Garnero y su rendimiento fue muy flojo, siendo desbordado continuamente. También en el rol de armador, donde podría aparecer como una posibilidad Leandro Gracián, siempre y cuando el Dani opte por cambiar el esquema de doble cinco, que hoy tampoco le funcionó.

Ninguno de los debutantes tuvo una buena noche, a tono con lo que mostró el equipo. Quizás quien insinuó un poquito más fue Roberto Battión, y quien se ganó la impaciencia de la gente fue Cristian Pellerano. Pero tampoco los "viejos" como Mancuello o el propio Mareque respondieron de otra manera.

Vélez, con una base de jugadores que se conocen prácticamente de memoria, tuvo un entrenamiento ante su gente, tocó la pelota, llegó con peligro, desbordó por las bandas, se adueñó del mediocampo... no goleó porque falló en la definición, porque Silva -aunque volvió loca a la defensa- no estaba del todo inspirado y "solo" hizo uno, y porque Adrián Gabbarini sigue siendo el custodio de los tres palos.

Mucho trabajo tendrá Garnero en la semana para revertir esta pálida imagen de domingo a la noche en la que a nadie le salió nada, salvo la oferta en el marcador.

Emiliano Penelas

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