2

Eduardo Sacheri vivió el triunfo de El secreto de sus ojos como un penal sobre la hora y lo festejó como un Mundial. Autor del libro original y coguionista del film de de Campanella, este fana de Independiente no deja ninguna camiseta fuera del premio.

- ¿Cómo define un experto en las palabras lo que significó ganar un Oscar?
- Tuve la suerte de estar en Los Angeles. Eramos un contingente 20 personas. De ésas, seis entraron al Kodak Center: Campanella, Francella y los productores. Y a los demás, el consulado argentino nos puso un hotel paquete con una pantalla gigante para que esperáramos. Y el gran momento te lo puedo contar desde el pasillo, porque seguí una vieja cábala futbolera que indica que los penales no se miran. Así que cuando Tarantino estaba anunciando las películas en competencia, yo encaré hacia el pasillo y me guié según el viejo precepto: si escucho un grito es gol y si no escucho nada, vuelvo silbando bajito...

- Algo así como contás en tu cuento "Independiente, mi viejo y yo". Vos tenías cinco años y en la final de una Copa Liberadores del Rojo tu papá te mandaba a dormir bajo el lema: "Tranquilo que a éstos los tenemos de hijos y les ganamos seguro". Y a la mañana siguiente así había sucedido...
- Puede ser, mantengo esa cosa como infantil de confiar en que las cosas se arreglen y encontrarlas refulgentes. Y un poco fue así porque cuando escuché el alarido, volví al grito de "vamos carajo" y me sumé al abrazo. Algo así como cuando los jugadores festejan un gol y se arma una montaña y viene uno al final y cae sobre la pila, bueno, ése fue mi papel. No sé si el símil es válido pero fue "una final del mundo", pero del cine.

- Es extraño que siendo tan futbolero, la escena de la cancha haya sido un pedido de Campanella, ya que en tu libro -NdeR: La pregunta de sus ojos- esa escena no existe).
- Como autor es complicado cuando te vinculan siempre con una temática, en mi caso, el fútbol. Entonces, en esa novela yo tenía el deseo de no escribir sobre fútbol. Hay sólo una pequeña referencia a un guarda de tren que es hincha de racing y que está caliente porque perdió su equipo.

- ¿Y qué alegó Campanella cuando te pidió que el fútbol estuviera presente?
- Es que él quería que la película tuviera una estructura de policial mucho más definida que la novela. En mi libro hay un crimen, pero no es un policial. Tiene que haber una pesquisa voluntaria, tiene que haber una búsqueda. Y Juan ya tenía la imagen mental de que la detención fuera en una cancha después de un partido. Así que tuve que escribir completa toda la pesquisa que conduce a los empleados del Juzgado al estadio de Huracán, a un partido entre el Globo y racing.

- Sólo el guarda de racing. Pregunta obligada: ¿por qué justo de racing?
- Porque esa acción en la novela es en el año 1972 y el guarda va pensando "hace más de cinco años que no salimos campeones". A mí me gustaba eso, a sabiendas de que el lector iba a sacar la conclusión: "Pobre tipo, no sabe que faltan casi treinta años más para volver a ser campeón". Y a mí me gustaba jugar con esta idea de cuán a ciegas estamos en relación al futuro. Yo no sé si para el próximo campeonato de Independiente faltan días, semanas o décadas. Vos fijate que nadie en su sano juicio piensa que le faltan 30 años para nada, para nada bueno, claro. A Juan le gustó la idea pero disparó más para el lado de la pasión, que en realidad es aplicable a cualquier equipo. De hecho, yo soy muy hincha de Independiente pero no tuve problemas en poner esa larga parrafada sobre la pasión en boca de Sandoval, el personaje de Francella, porque en el fondo somos todos iguales. El paladar negro de los de Independiente, la abundancia de los de River, el aguante de los de racing... En el fondo todos somos terriblemente simples y parecidos. Y esa pasión ciega, recurrente e ingenua nos hermana y nos iguala absolutamente.

- Y por eso no te molestó que la hinchada de racing sea parte de la película.
- Algunos me putean porque dicen "ah, claro, como es de Independiente, lo hizo al asesino de racing". Los del Rojo me putean porque dicen "¿por qué lo pusiste a racing?" Es muy difícil dejar conformes a todos .

- ¿Cómo se contacta Campanella con vos?
- En el 2001 publiqué otro libro, Te conozco, Mendizábal. El azar, porque en la vida hay que tener culo, hizo que Campanella entrara a una librería y se topara con Te conozco, Mendizábal, y le gustara el título. Leyó esos cuentos, le gustaron, compró mis otros cuentos publicados y cuando fue la avant premiere de Luna de Avellaneda me llamó para que fuera. Yo no lo conocía. Fue raro porque una vez yo venía manejando mi auto y escuché por la radio una entrevista que le estaban haciendo a él, y dijo: "A mí me gustan mucho los cuentos de Eduardo Sacheri". Y yo frené mi Duna a gas como para asegurarme de que estuviera hablando de mí, no lo podía creer. Cuando salió La pregunta de sus ojos me llamó desde Estados Unidos y me dijo: "La leí en dos días, me encantó. Dejame que esto decante y charlamos". Se tomó un año para que decantara. A principios del 2007 empezamos a corregir lo que él necesitaba de la novela para hacer su película. Y salió bien... Como dicen los jugadores, ¿no?, "más o menos...".

- Insistís en que nunca imaginaste ser un escritor. ¿Cómo te diste cuenta de que sí podías serlo?
- Alejandro Apo y su programa de radio, "Todo con afecto", fueron clave en esto. Yo empecé a escribir un año antes de mandarle el primer cuento a Alejandro. Durante ese año mis cuentos circularon entre mi mujer y mis amigos, con esa mirada siempre benévola que uno, cuando escribe, encuentra en sus afectos. Tal vez fue necesaria esa indulgencia familiar y el estímulo de ellos para que yo le llevara los cuentos a Apo. Yo era oyente suyo y a fines del 96 agarré tres cuentos, los metí en un sobre y se los dejé en la recepción de la radio. Y un día Alejandro, con esa generosidad teñida de inconsciencia con la que se maneja, eligió uno y lo leyó al aire.

- ¿Cuál fue el primero?
- "Me van a tener que disculpar", que es uno muy vinculado con Maradona. Fue esencial cómo Alejandro los leyó, tanto como los oyentes que llamaron para decir "eso que escuché me gustó". Con Alejandro nos conocimos en 1999. Y en el 2000, Galerna publica Esperándolo a Tito, mi primer libro, que es muy radial.

- ¿Qué te inspira del fútbol para escribir?
- Yo nací y me crié en Castelar jugando al fútbol, escuchando fútbol. Del mismo modo que siguiendo a Independiente. No me imagino la vida sin Independiente. Y yo creo que uno no vive las cosas en compartimentos estancos, las cosas de tu vida se cruzan unas con otras. Entonces, otras cosas aún más esenciales que el fútbol, como el amor, la muerte, la amistad, la traición y la lealtad, se pueden mezclar con el fútbol. Cada vez que jugás sufrís, amás, temés, morís, pero por un rato. Por eso, el fútbol es un gran vehículo para narrar cosas que te pasan en la vida.

- Por eso, según declaraste, nunca confiarías afuera de la cancha en un tipo que dentro de ella nunca te pasa la pelota, no mete la pierna para ayudarte...
- Sí, para mí es así. También sé que es una lectura delicada y que no tiene bases científicas. Pero sí es cierto que, hasta cierto punto, se juega como se vive. Por eso, a un tipo que adentro de una cancha es frío, apático, egoísta, me cuesta imaginármelo afuera solidario y amigo. Me cuesta pensar que un tipo mala leche en una cancha, sea leal afuera. Un tipo que finge que lo partiste cuando no lo tocaste, creo que es uno de los pocos tipos que me dan ganas de cagar a trompadas...

- Sos del Rojo por tu viejo, ¿qué te contaba?
- Me leía el diario La Nación y me inventaba el resto, a modo de acostumbrarme a pensar que Independiente era infalible. Es que el Independiente de mis cinco y siete años perdía poco, así que la realidad favorecía los inventos mitológicos de mi viejo. Me crié en medio de esa doble infalibilidad, la de mi viejo, que para un chico de cinco es un superhéroe, y la del club. Y encima el cuadro que nos vinculaba era una máquina de hazañas. A mi viejo lo perdí a los diez años y a esa edad te relacionás con él por cosas muy concretas, así que fue una suerte tener el fútbol.

- ¿Te gusta este Independiente de Gallego?
- Y... a ver: creo que éste es un equipo comprometido y con huevos. Pero defendámonos con la pelota, no para dar espectáculo, sino porque si la tenés vos, tenés menos riesgo de que te emboquen. Me parece que falta el dichoso "volumen de juego", que en mi pueblo le dicen "tener la pelotita".

- ¿Quién es tu superhéroe histórico en la cancha?
- Bochini. La manera en que el tipo evolucionó de ser un petisito gambeteador a ser un estratega que jugaba en dos metros cuadrados... Nació en el Club, se retiró en el Club, de lo que vi, no hay nada comparable a él.

- En el cuento "Me van a tener que disculpar" hablás del gol de Diego a los ingleses, y decís que luego de esa proeza no lo podés juzgar como a cualquier tipo. Ahora que es el DT de la Selección, ¿se terminó la indulgencia?
- Para nada. Sigue más firme que nunca. Porque "Me van a tener que disculpar" no es un cuento, es una declaración de principios. No puedo hablar de Diego. Puedo desear con todo el alma que le vaya genial. Pero. 2 a 0 a Inglaterra en el Mundial 86, listo. Silencio. Lo siento. Le debo demasiado.

- ¿Cómo lo hiciste a tu hijo del Rojo? ¿Le inventabas como tu papá a vos?
- Con él discutimos mucho de fútbol. A él le gusta Mareque más que a mí. A mí me gusta Silvera mucho más que a él. A ambos nos justa Gabbarini aunque yo tengo más reparos. El ama a Cristiano Ronaldo y yo sigo defendiendo a Messi.

- ¿Por qué lo bancás?
- Yo soy un tipo muy paciente. Y si lo soy con tantos responsables políticos, económicos e ideológicos del país, por qué no voy a ser paciente con un pibe de 22 años que lo que hace bien es jugar al fútbol. Maradona se convirtió en causa nacional en el 86 y no antes. ¿Por qué no puedo pensar que con Messi pueda pasar lo mismo? ¿Qué pierdo?

- En Olé se planteó un dilema luego del Oscar. ¿De quién es? De racing por la hinchada que aparece en la película. De Huracán porque se ve la cancha. O del Rojo porque sin libro no había película.
- No por afán de ser demagógico, pero la película rebotó en nuestra identidad y sobre todo en nuestra identidad futbolera. El Oscar les pertenece a todos los hinchas por igual. Hasta a los de San Lorenzo que dijeron "la única vez que llenaron la cancha fue en la película y por computadora". Y para todos esos viejos que te pueden recitar una formación como hace ese escribano en la película, ese rezo laico. Para ese viejo de cualquier equipo que puede decirte el arquero, los dos centrales, los otros tres y los cinco de adelante de memoria. Cualquiera puede sentirse parte de este Oscar. Con esa identificación fuerte, cándida, ingenua, torpe, pero cristalina que tenemos todos los argentinos sobre el fútbol.

Lágrimas de escritor
La cita fue en el mítico Rond Point. A las 12 del mediodía. El tema era el reciente Oscar, pero la pasión de Sacheri por el fútbol fue la protagonista principal de una charla que duró casi una hora y media. Y pudieron haber sido muchas más. Su emoción era evidente cada vez que hablaba de su padre, de quien heredó el orgullo de ser hincha de Independiente. La misma emoción que no podía evitar cuando contaba que su hijo también había asimilado ese designio superior de ser parte del Infierno. Su llegada a la Alfombra Roja era poco menos que una utopía allá por 1997 cuando empezó a escribir sus primeros cuentos, que luego de imprimirlos en hojas A4 y de meterlos en un sobre, se los dejaba a Alejandro Apo en Radio Continental. Todas estas situaciones, raras, karmáticas, casi de destino, pueden convivir en Eduardo Sacheri, un profesor de Historia que nació en Castelar en 1967. Que perdió a su padre a los diez años, a una semana de terminar el Mundial 78, y que mantiene la pasión futbolera intacta. Un tipo simple, inteligente y profundo. Un escritor distinto.

Natalia Scali
Diario Olé, viernes 19 de marzo de 2010

Publicar un comentario

La Caldera del Diablo dijo... 20 de marzo de 2010, 11:04 p.m.

Ansina es.
Se agradecen las visitas y comentarios femeninos.
Besos

E