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Dialogamos con Luciano Olivera a raíz de su nuevo libro, Largavistas, en donde nos sumerge nuevamente en la infancia feliz de un niño de diez años que pasa sus vacaciones en Colonia, mirando a través de sus largavistas y soñando con tener un perro como Boneco... y la "octava chapita" en la Copa más linda.



Luciano Olivera irrumpió en el mundo Independiente, y en el literario, a través del fantástico relato Aspirinas y caramelos, luego convertido en libro que llevaba como subtítulo "Postales de una infancia". Allí se metía no sólo en el universo futbolístico Rojo, sino el recuerdo sensible de su padre y una mirada de época que incluía al colegio, la juventud, los primeros amores, la política y la coyuntura de nuestro país.

Ahora el autor y publica su segundo libro, Largavistas, en el que vuelve a sumergirnos en el mundo de la niñez, pero en esta ocasión haciendo eje en la figura materna, uruguaya, y en sus veranos en Colonia, cuando tenía diez años. Claro que está Independiente, el amor al Rojo siempre, y a los perros, especialmente al histórico Boneco multicampeón de América y del Mundo.

Pero también el libro recoge todos los misterios infantiles, los primeros desvelos descubriendo otros universos, los deseos, las aspiraciones y la magia que un tío le potencia cuando recomienda mirar a través de sus largavistas cada vez que quiera ver más allá de donde lleguen sus ojos. Algunas de esas cosas le preguntamos, y Olivera tuvo la gentileza de contarnos en la siguiente entrevista.


- ¿Cómo fue el salto de Aspirinas y caramelos a Largavistas?
- Apenas terminé Aspirinas y Caramelos sentí que tenía que contar una parte que faltaba en la historia. Nuestra familia tenía otra cara, que era la uruguaya, cuando todos nos íbamos para allá en los veranos porque mamá nació en Colonia. Entonces empecé a escribir eso, mis recuerdos del otro lado del río. El salto fue grande, porque Aspirinas y Caramelos salió casi sin pensar, en cambio Largavistas es un libro pensado, muy trabajado, en el que quise hacer hablar al nene de 10 años con la voz de un nene de 10 años. Eso no es fácil, me llevó mucho tiempo, pero cuando lo terminé sentí que me había salido. Estoy muy contento con Largavistas, tiene aventuras, intriga, poesía. Me representa como autor.

- Si Aspirinas y caramelos era una especia de elegía al padre, Largavistas es un volver a la infancia. ¿Qué hay de ese niño que cuenta Largavistas en el Luciano de hoy? 
- Me parece que hay mucho de aquel niño en mí, a veces siento que buena parte mía se quedó por allá, en aquella infancia, cuando éramos felices, antes de la muerte de papá. Aspirinas y Caramelos me ayudó a hacer el duelo de su partida, entonces Largavistas ya no es un libro en el que le digo “te extraño” sino que simplemente cuento cómo era aquella infancia, y también le doy más espacio a mi mamá, a mis tías, todas figuras muy fuertes de mi infancia.

- En general, el escritor tiende a embellecer la memoria con literatura, y eso es lo que parece atraparnos todo el tiempo en el libro. ¿Dónde se cruzan ficción y realidad? 
- La gran mayoría de los textos están disparados por cosas que recuerdo, esa sería la parte de la realidad (si aceptamos que nuestros recuerdos también están distorsionados, claro). Luego, una vez planteado el tema, la atmósfera, los personajes, algunas cosas son ficción. Por ejemplo, en el libro cuento un choque de barcos que no existió, pero sí que hubo alguna situación parecida y con eso yo armé una historia que tiene bastante que ver con la realidad. Creo que esas cosas son simplemente puntas de un ovillo y que la realidad no importa tanto, lo interesante es construir una historia que te genere algo. Pero, de todos modos, mi memoria sigue siendo el principal combustible de lo que hago.


- En el libro hablás de muchos perros, y de hecho está dedicado a ellos, haciendo hincapié en Boneco. ¿Como era la visión de un niño de 10, 11 años de Boneco? ¿Y cuál es la mirada hoy de ese personaje tan particular de la historia de Independiente?
- Yo amo a los perros desde que tengo memoria, pero mi mamá no me dejaba tener, entonces mi perro era Boneco. Cuando iba a la cancha lo miraba más a él que al equipo, siempre le preguntaba a mi papá si sabía algo nuevo de Boneco, cuando el equipo viajaba le preguntaba si lo habían llevado, cosas así. Lo quería mucho. Hoy creo que Boneco fue parte de aquella época dorada en la que el Rojo era como los Globetrotters, llegaban a un lugar y desplegaban toda su magia, entre ellas un perro que hacía gracias y le encantaba a los nenes. Independiente tenía a Bochini, a Bertoni, al Chivo Pavoni, a los mejores dirigentes del país, una camiseta que todos querían imitar y encima, una mascota que salía en la tele. Era realmente mágico. Me gustaría mucho encontrar al Boneco de hoy.

- En una entrevista anterior nos dijiste que lo de escribir lo habías tomado como un hobby, ¿cambió hoy ese pensamiento?
- Sí, cambió. Hoy escribir es mi segunda actividad, luego de la de producir televisión que es a lo que me dedico. No siempre escribo, pero siempre estoy pensando en escribir, o leyendo, que es el otro modo de escribir. Para poder crear hay que meterse en los mundo que crearon otros y yo lo hago todo el tiempo.

- ¿Adónde mirarías hoy con tus largavistas?
- Los abriría, haría foco y buscaría la Copa Libertadores, y ya en ella, la octava chapita con el escudo del CAI. Eso es lo que quiero ver cuando abra de nuevo los largavistas.

Largavistas, de Luciano Olivera. Editorial Tusquets, 2018.

Entrevista de Emiliano Penelas

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