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Así nos morimos de a poco. El fútbol es apenas un eslabón de una cadena social cada vez más impaciente y violenta, que no acepta las reglas y se burla de la justicia. Hoy uno sale de su casa y no sabe si vuelve. No es una visión pesimista, es la realidad. Y, en medio de eso, como un escenario ideal para canalizar enojos y frustraciones, está el fútbol. Pero pocas veces sentí tanta impotencia como anoche, cuando empezaron a volar los sillazos en la sede de Independiente y una de ellas le dio a Juan Spinelli, que había quedado solo arriba del escenario dirigencial y con dificultades motrices. No busquemos excusas. Un principio de solución sería aceptar que vivimos en un fútbol enfermo. No se trata de Independiente. Los violentos no defienden colores, sólo intereses. Ayer fue la barra del Rojo, pero son todas. Digan lo que digan dirigentes y políticos, no hay un solo club que esté exento de una violencia así, que no tenga los detonadores escondidos entre las paredes de sus estadios y sedes.


Lo de ayer fue un intento de golpe de Estado contra Cantero. El presidente pudo haber cometido errores, pero nada (ni el descenso) justifica lo injustificable. No se trata del club o de una bandera, es todo el fútbol argentino. En julio de 2012 sucedió algo similar en San Lorenzo, cuando en una conferencia de prensa un hincha le manoteó el micrófono a Jorge Aldrey, vicepresidente de la gestión de Abdo. Fue un caos y poco después renunciaron todos. Encapuchados de River entraron en Córdoba ante la derrota en la Promoción con Belgrano, pero la revancha se jugó con público. Y en el Monumental, cuando se consumó el descenso millonario, de milagro no hubo un muerto. Boca sigue al filo, sumergido en una interna feroz entre los bandos de Mauro Martín y Rafa Di Zeo. Tras el último incidente en Huracán renunció el DT Llop. Se vacía la tribuna de Quilmes en Santa Fe, pero el juego sigue. racing legaliza la cargada desde sus entrañas dirigenciales y de fondo pone la marcha fúnebre. ¿El fútbol? ¿El partido? Es lo de menos. La sensación es que estamos en el peor momento del fútbol argentino. Que, así, nos morimos de a poco. Y cada nueva situación potencia la idea, no la desactiva.

Christian Leblebidjian
Diario La Nación, sábado 29 de junio de 2013

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