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Independiente demostró el sábado ante Huracán que sus jugadores mantuvieron hombría y deportividad, más allá de las especulaciones que se tejieron alrededor de un partido difícil de jugar para los hombres de Mohamed.

Como ante Gimnasia en el Bosque, cuando el equipo platense jugaba por obtener su primer campeonato de la historia, en 1995, o como ante el Newell's del Tolo Gallego, que venía a Avellaneda a no perder para poder dar la vuelta en 2004, Independiente volvió a demostrar que no va como el cangrejo y salió a golear a Huracán, en el cierre del Clausura.

Era el partido más discutido y más hablado, por la historia y la identificación de Mohamed con el equipo de Parque de los Patricios. Incluso el propio técnico, en declaraciones desafortunadas, se había metido presión a sí mismo frente a lo que el Rojo podría hacer en la última fecha. Una victoria del Globo lo salvaba del descenso, pero el Turco estaba demasiado expuesto.

Además, las lesiones de los tres arqueros hacían aún más tensa la situación, y ponían en una encrucijada al juvenil Diego Rodríguez, que debutaba bajo los tres palos. Ricardo Caruso Lombardi, DT de Quilmes, uno de los que necesitaba la victoria Roja, fue el primero en poner el grito en el cielo y despertar sospechas sobre esta situación.

No hizo falta nada. Ni Huracán probó al Ruso ni estuvo en la cancha, ya que Independiente lo pasó por encima desde el comienzo de un partido totalmente desparejo. El Rojo metió cinco, pero pudieron ser más. El Globo se iba a la B por 114 partidos, no por una tarde mala en Avellaneda. Y de pronto vino un milagro desde La Plata que lo salvó de bajar esa tarde, pero esa no era historia nuestra. Los jugadores del Diablo salieron a hacer lo que tenían que hacer, lo que mandaba nuestra historia.

Emiliano Penelas

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