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La casa no está en orden, y ni siquiera en Semana Santa Independiente puede tener unos días de tranquilidad. La goleada ante Lanús volvió a abrir el vendaval que parecía comenzar a cerrarse con Gallego.


Ni en tiempos de bonanza -como luego de los clásicos- se pudo disfrtar de un instante de paz. Y ni siquiera la llegada de Gallego trajo calma. Independiente parece estar negado con las palabras tranquilidad, armonía y serenidad, y todos los sinónimos de éstas, que últimamente se escuchan y utilizan poco por los pagos de Avellaneda.

No ha habido, salvo contadas excepciones, semanas en que el buen ánimo y la cordialidad haya primado entre tantos comentarios, declaraciones cruzadas, acusaciones personales y discusiones alrededor del "mundo Rojo".

Ni siquiera luego de ganarle a racing, ni siquiera tras vencer a Boca. Tampoco con la ida de Santoro, y lo que termina siendo peor, aún con el arribo de Gallego y la ilusión de tener unos días de calma.

El tremendo revés que significó la goleada recibida en el sur no lo esperaba ni el peor pesimista. Se sabía que era un partido difícil, duro, complicado, ante el virtual puntero del campeonato y en una cancha que siempre le fue esquiva al Rojo y al Tolo.

Sin embargo, los cuatro goles de Sand, los cinco del Grana y los desajustes defensivos infantiles de Independiente ("hicimos los seis goles", dijo Gallego) fueron demasiado para el nuevo entrenador, que salió a criticar de manera drástica a este plantel que, más allá de que Montenegro diga que no se comió a ningún entrenador, sabe de cambios de mando sin ninguna solución a la vista.


"No pasará conmigo", pensó Gallego, y con pocas pulgas salió a criticar a diestra y siniestra. Enojó a algunos, aplacó a otros. ¿Servirá de lección? Ojalá. Por lo pronto, prometió cambios, drásticos, decisivos, y de a poco empezó a cumplirlos. Ante Huracán se verá la realidad, ¿otra realidad o la misma?

Para la anécdota triste quedará que la goleada de Lanús fue la derrota más abultada de Américo Gallego dirigiendo en el fútbol argentino (le convirtieron seis a su equipo en su último partido mexicano) e igualó la peor derrota del Rojo ante el Grana (el mismo marcador se había dado en 1951). Además, hacía casi ocho años que a Independiente no le marcaban cinco goles en un partido (3 de octubre de 2001, Independiente 0 - River 5 y un par de fechas más tarde, ese mismo Apertura, Boca 5 - Independiente 3).

No habrá Semana Santa en medio del clima infernal que parece estar condenado a vivir Independiente. Felices pascuas, de todas maneras, y ojalá el sábado cambiemos la cara.


Emiliano Penelas

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