A lo largo de este campeonato Independiente ya sufrió varias veces los fallos arbitrales, a los que suma impericias a la hora de definir y astucia para jugar esta clase de partidos. Escuchá a los hinchas tras el empate ante Riestra.
Independiente disputó ante Riestra uno de esos partidos difíciles a partir del juego de un rival que se dedica a ensuciarlo, a veces con armas lícitas y también jugando al filo del reglamento, amparado por un arbitraje permisivo. El domingo a la noche Pablo Echavarría encendió la furia de propios y extraños con fallos polémicos desde el comienzo. Solo se habían jugado 10 segundos cuando Tarzia recibió un codazo que le abrió nariz y boca que el juez interpretó como un movimiento fortuito y casual.
Desestimó un fuerte empujón del arquero Arce hacia Ávalos, y en la misma jugada tampoco pensó necesario revisar una mano de un defensor en medio del área chica. Acá hay que sumarle al juez la actuación de Silvio Trucco en el VAR, que no llamó a chequear ninguna de las jugadas que podrían favorecer a Independiente.
Tampoco juzgó con la misma vara situaciones similares. ¿Pisotón a Cabral con un planchazo? Siga, siga, solo amarilla. Pisotón de Cabral por llegar a destiempo en mitad de cancha, amarilla y llamado del VAR para expulsar y dejar con 10 al Rojo.
¿Posible penal a Lomónaco sobre la hora por una pierna arriba que al menos debió ser considerada jugada peligrosa? Nada que cobrar, y fin del encuentro.
Con esto no estamos diciendo que Independiente no lo ganó por el arbitraje. Son claros los errores propios a la hora de definir, la falta de contundencia que venimos señalando en los delanteros, la poca movilidad de Ávalos y sobre todo algo preocupante en estas instancias del campeonato: la falta de viveza para jugar estos partidos.
Si estás peleando el campeonato y jugás contra un equipo que viene a empiojarte la noche haciendo tiempo desde el comienzo, raspando todas, metiendo y haciendo un 3 contra 1 en cada sector de la cancha, es imprescindible saber cómo romper ese esquema, cómo sorprender, cambiar el ritmo, aportar algo distinto a lo que se repitió durante 89 minutos. Eso es responsabilidad del técnico, pero también de quienes están dentro del campo de juego para leer el partido.
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