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Independiente fue goleado por Banfield en el sur y se mostró como un equipo sin reacción y sin coraje para ir a buscar el partido que cerraba una fecha en la que todos los equipos habían jugado a favor, menos el Rojo, que además terminó con 9 jugadores perdiendo a sus dos centrales.


Termina el año y debe terminar el ciclo de Julio César Falcioni al frente de Independiente. También el de varios futbolistas a los que les pesa la camiseta, y seguramente muchos más replanteos que comprenden a todas la organización institucional y futbolística. 

El golpazo ante Banfield, uno de los peores equipos del torneo, deja mucho para replantearse. Porque el Rojo no pateó al arco, más allá de un remate de Lucas González al palo en el primer tiempo, y un par de desafortunadas decisiones de Velasco frente al arco rival. El local se puso en ventaja apenas comenzado el partido, y fue el mismo Maldonado, autor del tanto del Taladro, quien marcaría en contra de su valla, sin que haya futbolistas de Independiente presionándolo. 

Si el primer tiempo del Diablo fue malo, el segundo sería de terror. En sólo dos minutos perdió a Barreto y se lo dieron vuelta, con una pésima salida de Sosa. Pero ahí no quedó todo, porque cada llegada de Banfield parecía confirmar lo que se presentía: era noche de goleada. 

El tercero llegó también tras una pelota parada. Y allí, el supuesto punto fuerte de Falcioni, también se vio vulnerado: los tres tantos recibidos vinieron por esa vía, pese a tener el equipo metido atrás, como nos tiene acostumbrados.

Sin ningún tipo de reacción, todavía habría tiempo para más, porque a falta de cinco minutos Joel Soñora puso el cuarto de un equipo que sólo había marcado 9 goles en su cancha en todo el campeonato. Este Rojo rompe todas las estadísticas. Incluso cuando lo favorecen los resultados de los rivales directos en la lucha por ingresar a la Libertadores, somos nosotros los que no jugamos a nuestro favor, y así es muy difícil. No da para más.

Emiliano Penelas

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