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Luciano Olivera, el escritor que sorprendió a todos con Aspirinas y Caramelos, escribió un carta a Messi luego del triste final de la Copa America Centenario


En mi computadora guardo una foto de Leo que me encanta. Debe andar por los diez años. Está rodeado de su familia, en lo que parece ser un festejo, quizás una navidad. Con sonrisa de nene contento, abraza a su hermana. Lo ladean sus padres y un hermano. Es una linda postal familiar, pero hay algo que me hace cuidarla y quererla más. Lleva puesta una camiseta blanca, con un escudo azul en el pecho y la sigla IFC. Independiente Football Club. Es la casaca suplente del rojo.

¿Messi vestido de Independiente? ¿Por qué? Una vez logré que el propio Kun Agüero le mostrara esa imagen y se lo preguntase. Un Leo más tímido que de costumbre se revolvió en el asiento, rió incómodo y dijo, “nada, la tenía porque me gustaba”. Yo sabía que no iba a decir que era hincha, no esperaba arrancarle semejante confesión, así que disfruté el momento. Al menos, un dato poco conocido, ahora quedaba a la vista de millones.

Anoche la pasé horrible. Quería que Argentina ganara pero, la verdad, más por él que por mí. Yo tengo dos mundiales -definidos con goles de Bertoni y de Burruchaga-, no sé cuántas copas Américas, estoy lleno de Libertadores, de Interamericanas, gané en Roma, en el Maracaná, en Madrid, en Japón. No, la verdad que no me puedo quejar. Vi a Maradona -que nació del Rojo y cambió de club-, al Bocha y ahora lo veo a él que me llena los ojos en su liga, en la Champions y en la Selección. Siempre. Bueno, no, siempre no, casi siempre. En las finales hace lo que puede, pero no le alcanza. Algo le pasa, algo nos pasa, no sé. No importa, de eso que hablen otros. Yo mejor me vuelvo a la foto.

Ese nene vestido de Independiente va a crecer. No mucho, lo suficiente como para ser leyenda. Usará barba, hará diabluras como las de los dibujitos grises dibujados en la casaca blanca y una noche se parará frente al arco, tomará carrera y la mandará por arriba del travesaño. Se sentirá horrible, culpable. Querrá que se lo trague la tierra. Creerá que nunca más podrá, que ya fue, que ya lo intentó demasiadas veces. Dirá “me voy”, como si esa fuese la solución.

Hola Leo, te hablo a vos, al de la foto. No importa si tenés puesta la camiseta del Independiente Football Club porque sos hincha y nunca te animarás a confesarlo o porque simplemente te gusta. ¿Sabés qué? Esa casaca tiene poderes. Acabás de firmar un pacto con el diablo. Él te va a dar los dones de Erico, de Bernao, de Michelli, de Bochini y de Bertoni, pero todos juntos. Con ellos triunfarás, serás el mejor del mundo. A cambio, te hará cumplir una máxima. La de Pastoriza. Te ordenará que seas hombre, que vayas y juegues. Y vos la vas a cumplir porque sos un pibe que lo único que quiere es una pelota para divertirse.

Lionel, bienvenido a la segunda parte de tu vida. La de las frustraciones adultas, la de las decisiones difíciles. Cuando tengas dudas, cuando sientas que te gana la injusticia, buscá esa foto. Mirala fijo. A la camiseta. Ella te va a decir que hacer.

Te quiero mucho

Luciano Olivera
Palabras, 28 de junio de 2016

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