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Busse, a quien también le robaron su máscara de Diablo, rectificó la denuncia y se disculpó con todos. Hasta con su ex novia, con la que conversó por radio.

Los efectos del engaño, de la droga y del robo todavía hacen temblar la vida de Walter Busse. La pregunta es hasta cuándo, y cómo serán las réplicas psicológicas, deportivas y judiciales. Porque las tres viudas negras se llevaron más que el auto y artículos de valor. En el botín, incluso, estaban su perro (Shar Pei marroncito claro) y la máscara del Diablo con la que en 2009 festejó el triunfo sobre racing, tapa de todos los diarios. Sin embargo, el daño moral será irreparable. Por eso en Independiente admiten: “Primero hay que recuperar al Busse persona”. Y en ese proceso, pese al pedido del fiscal Troncoso, el salteño, sin careta, ofreció disculpas públicas a hinchas, cuerpo técnico, compañeros y directivos; le declaró su amor a su ex novia, Solange; y hasta se rectificó en la Justicia de la falsa denuncia inicial.

“No sé ni dónde estoy parado, estoy mareado...”, relataba Busse ayer al mediodía en diálogo con Un Buen Momento (La Red). “Sé que lo material lo puedo recuperar, pero estar vivo es invalorable. Podrían estar pasando por la tele ‘Lo mataron a Busse’, porque es la verdad. Pero me interesa explicarle a la gente de Independiente que estoy dolido, arrepentido... Siento la necesidad de pedirles disculpas al hincha, a Comparada, que me bancó en todas, al Turco, a mis compañeros”, siguió el salteño al que se le quebraba la voz y que se encuentra shoqueado y débil.

Si bien las drogas que Walter -y su hermano, Luis- tienen en el organismo aún no se conocen (ayer se hizo estudios para determinar qué le dieron), los especialistas admiten que tardan unas 72 horas en desaparecer. Con diuréticos sería más sencillo, pero por el doping no pueden dárselos. Así, deberá dejar que su cuerpo los elimine solo y, se presume, que el lunes ya estaría en condiciones de volver a trabajar. No será sencillo su regreso. Mohamed dejó en claro que ha perdido terreno y deberá recuperarlo; y si bien la política del club ahora es cuidarlo, este inoportuno desliz justo cuando el DT le había pedido al plantel que no se expusiera no cayó bien. La térmica será cómo reaccione la popular el lunes ante Boca: si lo banca, lo ignora o lo condena. Lo cierto es que ha perdido credibilidad en el público Rojo.

Apoyado por la visita de Martín Gómez, Mancuello, Vallés, Patito, Diego Rodríguez, Nieva y Gabbarini, por varios llamados telefónicos de compañeros del Rojo que prefirieron evitar la guardia periodística frente a su casa; cuidado por el médico del plantel, Luis Chiaradía, y por su mamá, Cristina, quien llegó el jueves desde Salta preocupada por la salud de sus dos hijos; el volante recién ayer dio ante la Policía la versión real de los hechos.

“Esto es muy frecuente. Pero a la gente le avergüenza contar este tipo de situaciones por la condena moral. Hasta ha habido muertes por sobredosis”, le dijeron ayer a Busse en la Comisaría 12. Una frase tan alarmante como comprensiva. Quizá por eso contó con el amparo judicial para rectificar la denuncia original. Es que aún bajo el efecto de las drogas, el miércoles casi a la medianoche el volante declaró que descubrió el robo cuando llegó a su departamento. Sin embargo, la verdad se filtró, alcanzó a los medios y se potenció por las redes sociales: si bien los tweets de su ex novia cesaron el jueves alrededor de las 19, sus seguidores pasaron de 50 a más de 6.300.

¿Y qué pasó? Busse conoció a una chica, la invitó a su casa y como él estaba con su hermano, ella llamó a una amiga. Pero en lugar de una, aparecieron dos. Bebidas de por medio, las mujeres de unos 25 años los doparon y le robaron hasta el Mini Cooper. Si bien no hay cámaras de seguridad ni sereno en el edificio, se sabe que el trío no tuvo cómplices masculinos. ¿El indicio? La ropa del Rojo del volante, como juegos de Play Station, están intactos. Si hasta se llevaron la parte electrónica de un tensiómetro y dejaron la faja con la que se mide la presión.

Paradoja o no, fue la presión mediática la que lo llevó a hablar sin careta.

Maria Laura Balonga
Diario Olé

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