Independiente sigue regalando puntos, goles y chances. Cada vez se hunde más por defectos propios y no se vislumbra una salida para tantos problemas. Hoy, fue goleado por Arsenal, 3 a 0.
Sin ideas, sin fútbol, sin sangre, sin garra. Esa fue la imagen de un Independiente que se complica cada vez más con el fantasma del promedio, la promoción y el descenso; que no logra generar peligro y cuando lo hace no sabe cómo definir; que marca mal y comete errores groseros en la última línea; y que es vapuleado hasta por los rivales que se resignan a atacar, como ocurrió esta noche con Arsenal.
En el primer desborde por la autopista que dejaba la franja izquierda del Rojo un centro del Arse, Óbolo tiró el centro y Caffa abrió la cuenta. Sólo iban tres minutos. En ese momento uno advertía que ese equipo era imposible de dar vuelta el partido.
Arsenal no hacía demasiado, pero Independiente era un equipo sin alma sobre el césped. A la media hora, luego de un descuido defensivo, Aguirre llegó solo hasta Hilario, que le cometió penal. Era el 2-0 por intermedio de Krupoviesa, y a otra historia.
Lo máximo que el Rojo hizo en ese primer tiempo fue algún que otro intrascendente remate de media distancia, y no mucho más. Flojísimo lo de Matheu, muy pobre el rendimiento de Mancuello, que venía de una larga inactividad, y ni siquiera alternaba como suplente. Tampoco encuentra el juego Silvera, ni Defederico, que fue reemplazado en el complemento junto con Maxi Velázquez, otro que poco demuestra de lo que era en Lanús. Sólo Tuzzio parece haber cumplido su cuota de gallardía esta noche.
Con el ingreso de Parra y el Patito Rodríguez la situación parecía iba a ser diferente, pero la medianía de juego del equipo no se vio alterada, el local supo controlar la pelota, cerrarse atrás y salir de contra para liquidar, en la única jugada de riesgo que creó en esa mitad, y poner el 3-0 lapidario.
Rostros de preocupación, insultos y bronca se mezclaron sobre el final, cuando no había más que resignarse.
Emiliano Penelas
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