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El día siguiente al dolor quedó marcado por las diferencias entre Aníbal Fernández y la ministra Nilda Garré, además de las divisiones en la policía federal.

El fútbol está cada vez más politizado. Un día después de la muerte de Ramón Aramayo se observó otro ejemplo: se multiplicaron las participaciones políticas en un tema que siempre fue una piedra en el zapato para cada gobierno: la violencia en las canchas. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, fue claro: "Partidos como San Lorenzo-Vélez no tendrían que jugarse más con hinchadas locales ni visitantes". Por la noche, el pedido del cerebro de Fútbol Para Todos tuvo eco inmediato en la AFA: el partido suspendido seguirá el 20 de abril, a puerta cerrada, en Liniers, y habrá una multa para los dos clubes.

La muerte de Aramayo provocó un cambio en Fernández, estudiado como una movida de ajedrez. Un par de años atrás, cuando promovió la llegada de Pablo Paladino en lugar de Javier Castrilli en la hoy desaparecida Subsef, Fernández abogaba por el regreso de los visitantes al fútbol del ascenso. Hoy, hasta ve con buenos ojos que se jueguen encuentros sin hinchadas.

No es casual que Aníbal Fernández haya opinado que se debería rever la política de seguridad en las canchas y prohibir el ingreso de los hinchas visitantes. Las diferencias entre el jefe de Gabinete y Nilda Garré se han ahondado en los últimos meses, desde que la ministra se hizo cargo de Seguridad y se quedó con todas las áreas clave que manejaba el jefe de Gabinete. Anoche, en el despacho de Garré se quejaban de las palabras de Aníbal Fernández, por considerarlas inoportunas. "Es muy cómodo hablar así, ahora que no lo tiene a su cargo", decían, sospechando una jugada de Fernández para perjudicar a Garré. De todas maneras, fuentes cercanas a la ministra de Seguridad no descartaron que se evaluara en los próximos días alguna medida relacionada con lo propuesto por Fernández.

Anoche, Garré se reunió dos horas con Juan Carlos Blanco, encargado de la seguridad en el fútbol. Sólo hubo un repaso de la información y no hubo cuestionamientos, pese a que Blanco activó el pedido de Vélez y San Lorenzo para jugar el partido con público.

Por orden de Garré, ya fueron separados tres policías de la comisaría 44a, seccional que tuvo un cambio de autoridades hace una semana. El resultado de la autopsia del cadáver de Ramón Aramayo, en cierta forma, los ayudó: se determinó que había muerto por un edema y una hemorragia pulmonar y cerebral, y que presentaba algunas lesiones como consecuencia de golpes que, en principio, no fueron mortales, según informaron fuentes judiciales. "Las cosas se van dando como salimos ayer a explicarlas. El informe forense dice que no recibió golpes que pudieran causarle la muerte; hay que esperar el informe toxicológico, que puede arrojar algo más", dijo un oficial jefe. Y agregó: "El hombre llegó sobre la hora, sin entrada y quiso evitar el cacheo; las contusiones pueden explicarse por el forcejeo que hubo cuando se lo quiso detener, pero nunca pudieron haber sido traumatismos que le causaran la muerte. Aramayo se puso muy nervioso, y quizá por eso los policías lo dejaron irse". En la lista de contusos se destaca un cabo primero de la Policía Federal (uno de los 25 efectivos heridos anteayer), que tiene un ojo gravemente comprometido.

Es inevitable enlazar estos incidentes con la convulsionada relación entre Garré y la policía. Ex federales que hoy revistan en la Policía Metropolitana miraron de reojo lo que pasó el domingo. Consultado sobre la posibilidad de que el episodio de anteayer guardara alguna relación con la intempestiva salida del jefe de las 53 comisarías porteñas, comisario general Hugo Lompizano, ocurrida el jueves pasado, un miembro de la Metropolitana comentó: "La situación fue bastante extraña y ofrece todo tipo de lectura, pero quiero creer que no tiene que ver con este estado de fragilidad coyuntural de la cúpula de la Federal. Creo que es una triste coincidencia que esto se haya dado justo después de la salida de Lompizano". Igualmente, es claro que no hay confianza política en la policía, pues la investigación cayó en manos de la Gendarmería.

Una muerte y los cruces de la política, la policía y el fútbol. Como la violencia, un juego peligroso.

Carlos Beer
Diario La Nación, martes 22 de marzo de 2011

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