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Al Rojo le costó mucho cerrar su clasificación a la Sudamericana. La gran cantidad de empates hizo que nuevamente el final del campeonato se hiciera cuesta arriba. El gol salvador de Matheu no debe tapar el bosque de las obligaciones futuras. Es la hora de Borghi y su trabajo.

Damián Ledesma

El final del Clausura, casi como el Apertura, fueron un calvario para Independiente. La diferencia fue que en esta segunda parte de la temporada ya no se pensaba en dar la vuelta, como nos hicieron ilusionar aquellas primeras fechas del segundo semestre 2007. Y los empates, aunque pobres en la cosecha de puntos recogida, siempre tienen ese sabor del "no se perdió".

La excusa comprensible de Claudio Borghi al asumir al frente de un equipo en remontada, que gracias a Pepé Santoro se había puesto nuevamente en carrera por el ingreso a la Copa, más una cantidad de goles que a la larga terminaron siendo los que clasificaron al Rojo por sobre Vélez, era que "el equipo venía demasiado bien" y no se podía hacer modificaciones sobre la marcha. Lo de cambiar el caballo en medio del río. Pues bien, se llegó al otro lado boqueando y con el caballo pidiendo aire.

Independiente dependía de sí mismo si vencía a racing, a Vélez o a Arsenal, pero ya un triunfo ante el Fortín hubiera significado el ingreso definitivo a la Sudamericana. Ante los del Viaducto servía el punto, pero el equipo visitante se plantó de igual a igual y complicó con un juego mezquino pero efectivo si se piensa en que dominó las ansias y el nerviosismo del Rojo hasta poco antes del final del encuentro.

El zapatazo de Matheu, a 8 minutos del final del Clausura, fue el gol que determinó que la campaña, al fin y al cabo, había servido par algo. Por un momento corrió por Avellaneda el escalofrío de aquél partido desempate con Colón en cancha de Lanús para definir el ingreso a la Copa Libertadores. Ricardo Gareca era el técnico de Independiente y la chance desaprovechada fue su cruz.

Ahora Borghi tendrá un par de meses para barajar y dar de nuevo. Para imponer su estilo y que los jugadores se adapten, para jugar como a él le gusta. También se pondrá en juego su prestigio a la hora de elegir refuerzos y armar nuevamente el plantel, porque seguramente hay más de un pilar que se irá, además de Denis.

Como lo señalaba Eduardo Verona en la columna de Diario Popular que publicamos hace unos días, si algo tiene en el debe Comparada en su período como Presidente son los refuerzos. Lo dijimos el campeonato pasado y cada vez que se presenta una época de pases, Independiente no puede ni debe, por historia, por objetivos y por perspectiva, traer suplentes. El Rojo está obligado deportiva e institucionalmente a buscar refuerzos de categoría que sean significativas ventajas al plantel con que cuenta, y enriquecer con la presencia de esos jugadores a quienes surjan de inferiores.

Haber entrado a la Sudamericana debe ser sólo el objetivo de mínima de cada campeonato. Ahora toca hacer algo importante con eso. El rival a superar en primera ronda no es sencillo, pero el Rojo tiene que plantearse una competencia larga en la Copa, porque tiene que ser, naturalmente, un candidato a ganarla, al igual que el próximo Apertura. Refuerzos importantes, un buen planteo técnico y jugadores motivados para defender la camiseta del Rey de Copas.

Emiliano Penelas

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