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"La inteligencia oculta de los imperios sólo tiene una idea fija: cómo no acabar, cómo no sucumbir, cómo prolongar su era."
J. M. Coetzee, "Esperando a los bárbaros".


Joseph Blatter, titular de la FIFA

El "chiste" apareció en la tapa de Le Monde , en plena euforia del Mundial 98. "¿Y qué te parece que nuestra selección tenga tantos jugadores negros?", preguntaba a su colega, un típico votante de Jean-Marie Le Pen, el político racista y ultraderechista de Francia.

"Y mientras sigan haciendo goles", respondía su compañero.

Esa selección llena de inmigrantes dio a Francia su primera Copa Mundial de fútbol. Marcel Desailly era de Ghana; Liliam Thuram, de Guadalupe; Bernard Lama, de Guyana; Christian Karembeu, de Nueva Caledonia, y Patrick Vieira, de Senegal. También de Guadalupe eran los padres de Thierry Henry, argelinos los de Zinedine Zidane, armenios los de Yuri Djorkaeff y argentinos los de David Trezeguet.

A diez años del gran triunfo de la selección multirracial que irritó a xenófobos como Le Pen, la FIFA aprobará en el Congreso que abrirá mañana, en Sydney, el proyecto "6+5", que busca cuidar las canteras y fortalecer así las selecciones nacionales que sufren por la extranjerización de sus campeonatos. "6+5" (un mínimo de seis jugadores nacionales en la formación titular y un máximo de cinco no seleccionables, a partir de 2011) parece, así presentado, un proyecto que podría atenuar el despilfarro de dinero en contrataciones extranjeras y proteger identidades nacionales en el fútbol. Pero llega justo cuando Europa se lanzó a una inédita cacería del inmigrante ilegal, al que ya ni siquiera podría servirle el sueño del fútbol para salir de la miseria, la esperanza de ser Didier Drogba o Lionel Messi.

La agenda de la FIFA en Sydney, que incluye el caso Irak y la polémica por los partidos en la altura de La Paz, no contempla, por supuesto, el escandaloso juicio de la quiebra de ISL que desnudó el pago de coimas a la FIFA, pese a que el 2 de julio próximo habrá sentencia en Suiza. La causa ISL, según Joseph Blatter, apenas interesa a unos pocos periodistas. Su misión como presidente de la FIFA, afirma, es salvar el fútbol de la voracidad de los nuevos patrones de clubes que llenan a sus equipos de jugadores extranjeros para atender a sus negocios globalizados, descuidan la formación de jugadores locales y debilitan a las selecciones nacionales; es decir, al negocio de la FIFA, que son los Mundiales. "¿Quiere usted una selección nacional fuerte? ¿Quiere que los jugadores de su selección militen en los grandes clubes de su país? ¿Le gustaría que sus jóvenes jugadores tuvieran la posibilidad de formarse y de acceder luego al primer equipo de su club de origen? ¿Quiere que los jugadores formados en un club firmen su primer contrato profesional con ese club? Si su respuesta a todas esas preguntas es «sí» -dice Blatter-, usted está, igual que yo, a favor del «6+5»."

Tres clubes ingleses llegaron a las semifinales de la Liga de Campeones. Pero con los tres apenas se podía formar un equipo de jugadores nativos. El dato reavivó el proyecto de Blatter, fortalecido, además, porque, simultáneamente, la selección inglesa quedó fuera de la Eurocopa que comenzará en junio en Austria y Suiza. "¿Acaso el 6+5 garantizará el éxito de nuestra selección?", protestan hinchas ingleses que, como los de muchos otros países, privilegian a sus equipos del corazón antes que a la selección de su país, pero además afirman que Blatter quiere frenar la competencia del poderío de la Premier League. El cuarto semifinalista de la Liga de Campeones, Barcelona, también tenía apenas una tercera parte de jugadores nativos en su formación. El presidente del club catalán, Joan Laporta, visitó en noviembre último la escuela de formación de futbolistas que Barcelona abrió en la provincia de Buenos Aires. "Así logramos que los Messi del futuro -dijo Laporta- puedan seguir formándose en su propio país y no sufran desarraigo." Un aficionado argentino contestó al artículo del diario español con un correo electrónico de apenas cuatro palabras: "Dejen de robarnos jugadores". Italia ya cuenta con jugadores nacidos en la Argentina en sus seleccionados Sub 17, Sub 21 y de mayores.

La Premier League inglesa estalló de furia en enero último, cuando en plena disputa de su campeonato sus clubes se vieron obligados a ceder 42 jugadores por la Copa Africana de Naciones de Ghana. No conformes con haberse adueñado de los mejores cracks africanos, los patrones de los clubes ingleses advirtieron también de qué modo deberá jugarse la Copa de Africa: cada cuatro y no cada dos años y en junio-julio, no en enero. Clubes ingleses, franceses y holandeses abrieron escuelas propias en Africa, la cantera del fútbol del futuro. Fichar a un crack potencial cuando es niño sale mucho más barato. Y, además, el Primer Mundo lo podría convocar luego a sus selecciones. La FIFA ya debió intervenir ante el saqueo y dispuso que esos niños, ahora cracks, jueguen para sus selecciones africanas, aun cuando hayan nacido en Europa.

Hay ligas en las que los clubes son claramente más poderosos que la Federación. Es el caso de Inglaterra con sus nuevos patrones millonarios y extranjeros. Y, más cerca, el de México y sus clubes empresa. Casi todos ellos privilegian al jugador extranjero. Supuesto sinónimo de éxito inmediato, boletería, títulos y espectáculo, además de facilitar extrañas operaciones económicas. Formar un jugador propio, en cambio, requiere tiempo. Y el fútbol no se distingue por la paciencia. La Argentina exporta jugadores. Tiene unos 1500 actuando fuera del país. Pero, ¿qué pasaría si nuestros clubes fueran como los mexicanos o ingleses, llenos de extranjeros que frenan la posibilidad del talento local y terminan perjudicando a la selección? ¿No estaríamos aquí tentados de prestarle mayor atención al proyecto de Blatter? La Unión Europea ya le advirtió a Blatter que rechazará su proyecto, porque, al menos los futbolistas comunitarios, son trabajadores con derecho a circular libremente por los países miembros de la UE. Los clubes poderosos apoyan esta postura. Pero Blatter aclara que los clubes podrán seguir contratando a cuantos extranjeros deseen. Eso sí, no podrán alinear a más de cinco en sus formaciones titulares. Blatter, además, cree que el fútbol es una industria cultural, no una industria cualquiera, y que, por eso, debe ser exceptuado de la norma comunitaria. ¿Acaso se le permitiría al Chelsea jugar en la Liga española?

El problema del "6+5", en realidad, es el momento. La Europa opulenta comenzó a sufrir grietas. Los nuevos gobiernos vinculan al inmigrante con la inseguridad y el desempleo. Y la cacería se ha desatado. Las quemas de campamentos de gitanos rumanos en Nápoles, alentadas por la Camorra, marcaron uno de los peores puntos. En Italia, Silvio Berlusconi, otra vez en el poder, criminalizó al inmigrante ilegal. El Berlusconi patrón del Milan, en cambio, busca en el Tercer Mundo al crack que devuelva a su club a la cumbre. En la Francia que ya no teme a Le Pen, pero tiene a Nicolás Sarkozy y que hace diez años se enorgulleció de su selección multirracial, se aplaude en estos días a los 24 adolescentes del film Entre les murs , ganador en el Festival de Cine de Cannes, estudiantes de una escuela de un barrio popular y multiétnico al este de París, conducidos por docentes que construyen desde la diversidad. Igual que la selección campeona mundial de 1998.

Ezequiel Fernández Moores
Diario La Nación, Buenos Aires, miércoles 28 de mayo de 2008

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