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Independiente, que tenía que ganar por dos goles, casi no pateó al arco y quedó eliminado de la Sudamericana tras caer 2 a 0 ante el Ceará, que marcó al final de cada tiempo. Muy floja actuación del equipo de Domínguez.


7,32 por 2,44 son los metros que mide el arco de fútbol. Independiente tenía que marcar dos goles de diferencia ante el Ceará, pero casi no remató al arco. El compacto del partido sólo muestra llegadas de la visita, atajadas de Sosa y algún que otro remate aislado como el de Leandro Fernández cuando ya todo era cosa juzgada.

Nadie, o quizás sólo Domínguez, entenderá el equipo que salió a jugar el partido más trascendente de un semestre pobrísimo. Que Tomás Pozzo haya ido al banco para dejarle el lugar a Damián Batallini, ausente del once inicial hace tiempo, es inexplicable. Tampoco que Leandro, aún con sus lagunas y embarradas, no haya sido titular esta noche y optara por el colombiano Roa, más afuera que adentro del Club. 

Justamente el entrenador gastó esos dos cambios en el entretiempo. Poco de Pozzo, algo de energía en Fernández. Ya era tarde, el Ceará había marcado sobre el descuento del primer tiempo, y se había ido al vestuario en ventaja. Las caras y comentarios en las tribunas del Estadio dejaban dudas de que el equipo pudiera remontar la historia marcando tres goles en la segunda parte.

Porque Independiente nunca salió a "comerse" al rival. Ni siquiera aprovechó el impulso de la cancha llena, de su público, de la localía. Y de a poco el conjunto nordestino empezó a animarse, a sentir que podía lastimar, que había "errores no forzados" en una defensa que se mostró débil todo el año. 

Sin reacción en la segunda parte, un contragolpe también cuando el partido moría sentenció el segundo de un equipo que sin sobrarle mucho ganó merecidamente y se quedó con todos los puntos de un grupo que a priori parecía accesible para Independiente, que verá el resto de la Copa desde afuera. 

Emiliano Penelas

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