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Primer "niño bien" que llegó a presidente de la nación, Marcelo Torcuato de Alvear cerró 1926 con su objetivo cumplido de reformar el fútbol argentino. Eran tiempos de falso amateurismo y su laudo "inapelable" del 18 de noviembre de 1926 terminó con siete años de división. Unificó a la Asociación Amateurs de Football (disidente, pero más poderosa) y a la Asociación Argentina de Football (oficial, pero en caída). Fue una solución argentina: todos a primera, campeonato de 34 equipos y con descensos restringidos. La flamante Asociación Amateur Argentina de Football notificó a la FIFA y a la Conmebol. Alvear fundamentó su intromisión por el "notable incremento" y la "acción benéfica" del fútbol. "Marcelo -se burló La Internacional, periódico del Partido Comunista- debe dedicarse a los banquetes y no preocuparse de estos asuntos".

 
Marcelo Torcuato de Alvear. Foto: LA NACION

Presidente argentino desde 1922, del ala más moderada de la UCR, Alvear, afirma Ariel Scher en su libro La Patria Deportiva, era un "sportman" de ley. Miembro de "un grupo de aristócratas intrépidos que actuó como vanguardia deportiva del país". Le ganó a Aarón de Anchorena una carrera fundante del automovilismo argentino corrida en el Hipódromo de Belgrano a beneficio de las Damas de la Caridad. Boxeó en la casa de César Viale con Jorge Newbery. Tirador eximio, acompañó al rey de Portugal Carlos de Braganza en el tiro a la paloma. Aprendió esgrima con el mayor Eugenio Pini y, todo un "gentleman", apadrinó duelos en París. A sus críticos les recordó que las grandes figuras de la política europea jugaron golf aún en tiempos de guerra. Practicar deporte, dijo una vez, ayuda a mantener "la tranquilidad de espíritu" para resolver los problemas, por más graves que fueren.

No había Fútbol de Primera ni Fútbol Para Todos (FPT). No había ESPN, Torneos, ni Fox. No había TV. Tampoco había Clubes Sociedades Anónimas, trasferencias millonarias vía Panamá, fondos de inversión o una FIFA todopoderosa. No había magnates de Estados Unidos, Rusia o China comprando clubes o jugadores. Ni petrodólares del Golfo. Ni barras bravas ni Superligas. Ni Niembros ni Libermans. Ni Snapchat ni Showmatch. Pero el fútbol, noventa años atrás, ya era fútbol. "Un caos total", lo definió una vez Julio Frydenberg, acaso el historiador que mejor estudió esa época. Tras la escisión de 1919, por ejemplo, River y Boca podían ser campeones simultáneos en 1920, uno de la Asociación Amateurs y otro de la Asociación Argentina. En 1923, San Lorenzo fue campeón de la Asociación Amateurs jugando los días 23 y 25 de diciembre y, ya siendo campeón, suspendió por incidentes su último partido, el 6 de enero de 1924. Peor aún fue la definición del otro campeonato. La Asociación Argentina obligó a un polémico desempate entre Boca y Huracán que se prolongó a cuatro finales, 390 minutos y 43 días.

En 1926, Renato Cesarini jugaba los domingos por la mañana en la cuarta de Ferro (Asociación Amateurs) y por la tarde en Chacarita (Asociación Argentina). "Y, a pesar de la denuncia -se quejaba Ultima Hora- la Asociación lo premió nombrándolo seleccionado". No era el único. Los árbitros sufrían insultos y proyectiles. Los clubes más prestigiosos -afirmaba La Cancha- "tienen las barras más agresivas, fanáticas y antideportivas". No se aceptaba la derrota. Los rivales ya eran enemigos. Los clubes rompían relaciones. Maltrataban especialmente al hincha visitante. Y tejían vínculos políticos para "suprimir el pago de impuestos". El ídolo más mediático de Boca, Américo Tesoriere, debió irse del club por rencillas políticas. Se refugió escribiendo poesía. Hay que leer "Fútbol, historia y política", que Frydenberg compiló junto con Rodrigo Daskal, para ver el poder que ya iba adquiriendo el fútbol. Daskal coescribió además con Verónica Moreira otro libro de publicación inminente que, como contrapartida, destaca el valor de los clubes en la construcción política y social entre los sectores populares. En tiempos de Clubes SA, el libro se llama "Clubes Argentinos. Debates sobre un modelo".

Marcelo Torcuato de Alvear era miembro del Jockey Club y del Círculo de Armas, habitué de la Recoleta y de viajes en globo en París. Y su gobierno más liberal y que ajustó el gasto público marcó un cambio respecto del de su correligionario Hipólito Yrigoyen, primero su padrino, luego su rival. Pero Alvear también tomó comisarías a punta de pistola en revueltas de militantes radicales, enfrentó a matones conservadores y hasta fue enviado preso a la isla Martín García por el régimen militar de José Félix Uriburu, que en 1930 había derrocado a Yrigoyen. "No todo es hacer tribunas para amontonar gente y tragar más plata. Hay que preocuparse del público, que es la gallina de los huevos de oro", pedía La Cancha en 1929. Dos años después, el general golpista recibió en la Casa Rosada el petitorio de jugadores que por primera vez hacían huelga. Nacía el fútbol profesional. Que seguiría siendo codicia, y cada vez más, de populistas y golpistas. Y también de niños bien.

Diario La Nación
Miércoles 28 de diciembre de 2016

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