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Milito insiste en llevarlo de a poco, pero el juvenil cuando entra no tiene con quién tocar ni juntarse. Ahí también hacemos agua.


Ezequiel Barco es una de las promesas del fútbol argentino, y por suerte juega en Independiente. Sin embargo, el juvenil, al que Milito quiere llevar de a poco, entra en la mediocridad general del juego que muestra el Rojo, y tampoco encuentra un socio con quien tocar dentro de la cancha. Precisamente el juvenil decía que nos había faltado "el último toque".

Así se lo vio ante Gimnasia: fastidiado por no conseguir que le vuelva una pelota, molesto porque al intentar encarar se encontraba siempre solo frente a dos o tres rivales, y corriendo de un lado al otro para intentar hacerse con la pelota, perdiendo siempre, peleando más que jugando.

También al juvenil hay que cuidarlo con gente que le juegue al lado, que lo acompañe y hacerle sentir que no es él quien vaya a salvar al equipo, sino que es un engranaje importante para crecer todos.

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