Sufrió un salvaje asalto en 2009 y estuvo al borde de la muerte; sin rencores, a los 45 años, una milagrosa recuperación pone al ex futbolista ante el desafío de volver a caminar.
"Jueguen y actúen como hombres. Háganlo con dignidad. Como lo hacen en la vida. Diviértanse y ayuden al compañero en la cancha. Dejen todo y sean leales." Atento, un grupo de jugadores amateurs escucha la voz firme y pausada de Fernando Cáceres. Sin rencor, el Negro busca movilizar las fibras más íntimas de sus muchachos. Apela a un discurso sincero y genuino. "El fútbol es una expresión de la vida. Y hoy es su turno. Hagan lo mismo que en cada entrenamiento", agrega.
El Negro es el alma máter del Fernando Cáceres Fútbol Club (FCFC), el proyecto principal que, desde septiembre de 2013, involucra a un grupo de colaboradores que el ex jugador de la selección argentina eligió para desarrollar su Fundación. "La idea es dejarles algo a los chicos y que tengan una posibilidad más", dice Cáceres. Unos minutos después, su hermano, Eustaquio, lo traslada en una silla de ruedas desde el vestuario visitante, en el complejo de Camioneros, en Esteban Echeverría, al banco de suplentes. Está por comenzar la primera fecha de la Liga de Luján y el FCFC quiere mejorar la actuación del año pasado, cuando perdió la final y arañó la posibilidad de ascender al torneo Federal C. "Ayudo al técnico, soy presidente. Trato de colaborar en todos los aspectos del equipo, pero lo que más me interesa es estar en contacto con los chicos en el campo de juego", cuenta Cáceres.
A los 45 años, el ex defensor de Argentinos, Independiente, River, Boca, Celta y Zaragoza lleva adelante una batalla que asegura, convencido, estar ganando por amplio margen. Su presencia no pasa inadvertida. Jugadores, empleados, simpatizantes y niños se le acercan. Y Cáceres responde a todos con una sonrisa. La misma que dice haber recuperado cuando recobró la lucidez en el hospital Ramón Carillo, tras superar una verdadera tragedia.
La madrugada del 1° de noviembre de 2009, la vida de Cáceres cambió para siempre. Apenas un puñado de horas antes había regresado de España y ya tenía todo organizado para volver a afincarse definitivamente en Europa. "Pensar que mi vieja esa noche me pidió que no saliera. Lo mismo que uno de mis hermanos. No les hice caso y quise parar una bala con mi cabeza", se ríe de sí mismo. Y añade: "Apenas recuerdo que se bajaron de un auto y nada más. No me acuerdo nada más. Pasó mucho tiempo".
El caso nunca quedó esclarecido. Incluso, en el entorno del ex jugador sostienen que los supuestos delincuentes que están detenidos no son, en realidad, quienes lo atacaron salvajemente. Lo concreto es que una bala ingresó por la órbita derecha, quedó alojada en la parte occipital del cerebro y le causó una seria lesión neurológica que hoy lo mantiene en una silla de ruedas.
"Pregunté mucho cómo fue mi llegada al hospital. Leí varias veces la historia clínica y agradezco a Dios estar hablando. Hicieron de mí un experimento impresionante -resalta con ironía-. Tocaron todo. Tocaron hasta lo que no podían tocar y estoy bárbaro. Ver lo que realizaron es una locura. Una locura linda que me salvó." La rápida intervención del neurocirujano de guardia le salvó la vida al realizarle una descompresión craneal en la que se le retiró una parte de hueso para que el cerebro se expandiera y así disminuir la presión interna, que podía provocarle la muerte. "Rocé la muerte, pero no me quejo. La vida es así. Me tocó a mí y puedo contarlo. Todo esto me cambió el humor. Antes era bastante difícil de carácter. Toda la bronca que pude haber sentido [por lo que me sucedió] se disipó. Al principio, me quejaba. Ahora ya no. ¿Qué sentido tiene?", se pregunta, mientras le da una indicación a uno de los colaboradores de su equipo.
-En septiembre de 2012, en una entrevista con la revista La Garganta Poderosa, expresaste tu oposición a la mano dura contra la delincuencia. En 2013 te asaltaron dentro de tu casa, otro hecho de inseguridad que volvió a afectarte económica y emocionalmente. ¿Mantenés aquella postura?
-Por supuesto. La mano dura no sirve. Nunca me desperté ni me fui a dormir con bronca. Nunca insulté a los que me hicieron lo que me hicieron. Lo hicieron porque no tuvieron otra salida para intentar hacer otra cosa. No los justifico. Eso no está bien, está claro. A ellos les pareció lo más simple. Mientras ellos planean una estrategia para robar, yo pienso en una estrategia para que mi equipo gane. Eso es bastante complicado, porque el plato que ellos van a poner en la mesa de sus hijos está manchado de sangre. El mío no. El mío es un plato bien trabajado.
Los laberintos de la vida
El nuevo estado de ánimo del Negro, antes oscilante para amigos y familiares, contó con un apuntalamiento extra. Una ayuda desde el corazón, desde el sentimiento, que reencontró gracias a Ingrid, su nueva compañera de la vida. De su boca, ante cada referencia a esta visitadora médica de 42 años, brota, a borbotones, una palabra.
"Es el amor y la mujer de mi vida. La conocí en 1992, en un gimnasio. Me fui a Zaragoza y nos dejamos de ver. Hubo muchas idas y vueltas. ¡Mirá qué locura!", se sincera. "La volví a ver -continúa- después de 20 años. Nos encontramos y ya no nos separamos más."
Un amigo en común sirvió de puente. Un saludo, un mensaje de Ingrid alcanzó para despertar de nuevo la ilusión de Fernando. "Estoy de novio. A los 45 estoy de novio como si fuera un pibe", se divierte. "Nos volvimos a encontrar en mi casa. Ella ya conocía a mi familia. Ya hace dos años que estamos juntos. Es una locura hermosa, porque la última vez que nos habíamos visto me estaba acompañando al aeropuerto de Ezeiza porque me iba jugar a España. Me despidió caminando y después de tantos años me volvió a ver en una silla de ruedas. No le importó y se quedó a mi lado", enfatiza.
La explicación de los especialistas ante la sorprendente recuperación de Cáceres no le escapó a una expresión que, quizás, está más vinculada a cualquier religión que a la ciencia misma. "Lo de Fernando fue un verdadero milagro. Fue increíble que, con todo lo que tenía, saliera adelante. El equipo médico actuó con gran pericia, pero hay que creer que intervino la mano de Dios", explicó en ese entonces Rubén García, director del hospital Carrillo. Según Antonio Di Sibio, quien comandó el equipo de Terapia Intensiva que lo asistió, Cáceres estuvo entre el 15 o el 20% de los pacientes que superan ese tipo de lesiones. El cóctel terapéutico, además, incluyó un drenaje ventricular para que circulara el líquido cefalorraquídeo y así disminuir la presión intracraneana. Luego debió superar un cuadro febril que le produjo la bacteria hospitalaria Acinetobacter baumannii, de gran resistencia a los antibióticos y, por eso, altamente mortal. Se trató del mismo germen que, en su momento, afectó al cantante popular Sandro en los pulmones, mientras que a Cáceres lo atacó en el cerebro y le produjo una meningitis severa.
"Fue una pelea hora a hora, día a día, en la que mi familia fue un factor determinante para poder salir adelante. Me mimaron mucho. Me miman mucho. El momento que me tocó pasar me mostró a mi familia en su verdadera esencia. Todos tuvieron que ver para que siga vivo", señala el Negro, con un pañuelo de papel en la mano diestra. La pérdida del ojo derecho hace que todo su mundo gire en derredor del hemisferio izquierdo. El parpadeo es constante. Y el ex futbolista no se oculta. Delante de todos se muestra tal cual está, tal cual vive. "No me creo un ejemplo. Esto me marcó, obvio. Quizá si no me hubiera pasado esto, me encontraría haciendo lo que ahora estoy volviendo a hacer. Pero el hecho de atravesar eso tan malo, de intentar luchar para reponerme, me dio una gran fuerza de voluntad todavía mayor a la que ya tenía. Ésta es una nueva oportunidad que me dio la vida", precisa.
En el momento de ser atacado, Cáceres intentaba volver a enfocarse en el fútbol, pero desde el otro lado de la línea de cal. Su idea, su sueño, era convertirse en director técnico de un equipo de Primera. "Eso es lo mejor que a un ex jugador le puede pasar. En realidad, es lo más próximo que puede haber. Es lo más cerca que se puede estar de ser un futbolista", comenta. Expectativa que continúa cocinando a fuego lento. "Quiero dirigir. De esa manera, uno puede transmitir todo lo que aprendió como jugador. Tanto del juego como de la vida. Con conocimientos, con fundamentos, con experiencia. Ahora, con chicos. Ojalá que más adelante sea en Primera", puntualiza.
Su caso ni se acerca a otras experiencias de vida que conoció durante la internación. A partir de su estado crítico, según refiere, entendió que no podía bajar los brazos porque eso lo lanzaba a un abismo anímico. Siente que conocer otras historias de vida hizo una mejor versión de sí mismo. Le aportó más sabiduría, más conocimiento, más sensibilidad para ponerse en el lugar del otro y comprender que la vida sucede tan velozmente como un chasquido de dedos. "Uno, por desgracia, vive tan enfrascado en su vida que, muchas veces, no le presta atención al otro, al que tiene al lado. En el hospital, donde las horas no pasan más, empezás a ver las cosas de manera positiva y te aferrás como nunca antes a la vida", revela. Cáceres describe al detalle la historia de un chico (prefiere reservarse el nombre) que conoció en Instituto de Rehabilitación Fleni, de Escobar. "Vino una tarde, se despidió y no lo vi más. Se iba porque los médicos le explicaron que ya no podían hacer nada más por él. Tenía 24 años y sabía que no iba a poder volver a caminar. Esto, sin dudas, es mucho más grave que lo mío. ¡De qué podía quejarme si yo, lentamente, estaba avanzando! Eso es triste de verdad. Lo mío no es nada", confiesa.
Momento de reaprender
La lectura es uno de los nuevos hobies que abrazó Cáceres. El otro, casi una obviedad, es ver y analizar con fruición cuanto partido de fútbol pasen en el enorme televisor que hizo instalar en el living de la casa de mamá Ramona, en Ramos Mejía. Los canales deportivos son su principal imán televisivo. "Miro muchos partidos, porque fútbol ya casi no se ve. Se juega como se vive y se vive como se juega. En todos lados. Tenés excepciones, como el Barcelona o el fútbol inglés, que por la rapidez es muy vistoso", explica. En cuanto a los libros, el Negro prefiere aquellos en los que la psicología se transforma en hilo conductor. "Así puedo sacar conceptos concretos para volcar en los pibes", afirma.
La música es otro de los pilares en su recuperación. A partir de cualquier tema, siempre en castellano, comenzó a recobrar la escritura. Los CD de su colección personal se pasan hasta casi rayarse en el equipo que montó en su habitación. Franco De Vita, desde hace unos meses, se convirtió en el cantante fetiche. Escribe y reescribe, una y otra vez, cada canción del venezolano, mientras la melodía ingresa por sus oídos.
En este nuevo período de aprendizaje, la música es un importante sostén que le enseñaron los médicos de Fleni. "Me encierro en mi habitación y pongo un tema en castellano y la escribo a medida que lo voy escuchando para que mi cerebro se vaya acostumbrando a lo que es la rapidez. Ahora estoy con Franco De Vita. Cuando veo lo que escribo, pienso que soy un fenómeno y deseo haber escrito yo esa canción", dice, otra vez utilizando el sarcasmo, moneda corriente en su nuevo modo de expresarse.
En este cambio de vida, volver a caminar es el objetivo que más piensa y trabaja todos los días. La terapia de rehabilitación le insume no menos de tres horas diarias. Sin respiro y sin pausa, Cáceres está dando los primeros pasos. Ayudado por las barras paralelas o un trípode, la confianza en su fuerza motora le va ganando al temor por caerse. "Lo que más me preocupa es la pierna izquierda, porque es mi parte motriz más afectada. Ya me estoy animando a pisar firme con la izquierda porque empezó a hacer caso a las órdenes que le doy. La pierna ya tiene la tarea bien aprendida. Ahora estamos en la tarea de acomodar bien los pasos. Una vez que la pierna tenga la voluntad de entender la orden será mucho más simple", detalla. Y continúa: "Los canales que reciben las órdenes en la parte inferior están dañados. Entonces tengo que buscar otros canales alternativos en el cerebro para que la parte inferior izquierda siga progresando".
El partido llega a su fin. El FCFC gana 1 a 0 y Cáceres lo celebra con su equipo. Es tiempo de volver a Ramos Mejía. Es tiempo de volver al centro de rehabilitación. Cáceres tiene que seguir dando más pasos en la nueva vida que le tocó.
Un equipo, una fundación
Desde el fútbol, el proyecto que Cáceres impulsa para sacar a los chicos de la calle
La idea surgió durante el período de la recuperación entre el hospital Ramón Carrillo y el Fleni. La meditó y la conversó con uno de sus sobrinos en una visita a la filial de River en San Martín.
Pasaron unos días y le informó a su familia el nuevo proyecto que los incluía. "Quiero armar una Fundación y un equipo de fútbol", fue el mensaje.
Desde septiembre de 2013, la fundación Fernando Cáceres incluye a su equipo de fútbol (el Fernando Cáceres Fútbol Club) y es un activo participante de la Liga Lujanense. Mientras espera la habilitación de la Inspección General de Justicia, desarrolla la parte deportiva en un predio para cuatro canchas en Ciudad Evita, cedido por la gobernación de la Provincia.
En el lugar se entrenan, todos los días de 9 a 11, chicos de 16 a 24 años. "Hablé con Fernando Espinoza (intendente de La Matanza) y con Daniel Scioli, y logramos tener un lugar que estamos desarrollando para, ojalá podamos, jugar de locales en el torneo", dice Cáceres.
"Lo más importante es poder ver las ganas de los chicos que quieren estar, que quieren colaborar, que quieren aprender. La idea es sacar a los chicos de la calle con el deporte como conductor del proyecto. Buscamos jugadores en una edad clave: entre los 16 y los 24. Es la edad en que definen buena parte de su vida. Y el fútbol es el área en la que uno puede aportar mucho más", explica el ex defensor.
Para quienes aportar o participar del proyecto, la vía de comunicación es el 15-32880108.
Damián Cáceres
Diario La Nación, sábado 25 de abril de 2015
"Jueguen y actúen como hombres. Háganlo con dignidad. Como lo hacen en la vida. Diviértanse y ayuden al compañero en la cancha. Dejen todo y sean leales." Atento, un grupo de jugadores amateurs escucha la voz firme y pausada de Fernando Cáceres. Sin rencor, el Negro busca movilizar las fibras más íntimas de sus muchachos. Apela a un discurso sincero y genuino. "El fútbol es una expresión de la vida. Y hoy es su turno. Hagan lo mismo que en cada entrenamiento", agrega.
El Negro es el alma máter del Fernando Cáceres Fútbol Club (FCFC), el proyecto principal que, desde septiembre de 2013, involucra a un grupo de colaboradores que el ex jugador de la selección argentina eligió para desarrollar su Fundación. "La idea es dejarles algo a los chicos y que tengan una posibilidad más", dice Cáceres. Unos minutos después, su hermano, Eustaquio, lo traslada en una silla de ruedas desde el vestuario visitante, en el complejo de Camioneros, en Esteban Echeverría, al banco de suplentes. Está por comenzar la primera fecha de la Liga de Luján y el FCFC quiere mejorar la actuación del año pasado, cuando perdió la final y arañó la posibilidad de ascender al torneo Federal C. "Ayudo al técnico, soy presidente. Trato de colaborar en todos los aspectos del equipo, pero lo que más me interesa es estar en contacto con los chicos en el campo de juego", cuenta Cáceres.
A los 45 años, el ex defensor de Argentinos, Independiente, River, Boca, Celta y Zaragoza lleva adelante una batalla que asegura, convencido, estar ganando por amplio margen. Su presencia no pasa inadvertida. Jugadores, empleados, simpatizantes y niños se le acercan. Y Cáceres responde a todos con una sonrisa. La misma que dice haber recuperado cuando recobró la lucidez en el hospital Ramón Carillo, tras superar una verdadera tragedia.
La madrugada del 1° de noviembre de 2009, la vida de Cáceres cambió para siempre. Apenas un puñado de horas antes había regresado de España y ya tenía todo organizado para volver a afincarse definitivamente en Europa. "Pensar que mi vieja esa noche me pidió que no saliera. Lo mismo que uno de mis hermanos. No les hice caso y quise parar una bala con mi cabeza", se ríe de sí mismo. Y añade: "Apenas recuerdo que se bajaron de un auto y nada más. No me acuerdo nada más. Pasó mucho tiempo".
El caso nunca quedó esclarecido. Incluso, en el entorno del ex jugador sostienen que los supuestos delincuentes que están detenidos no son, en realidad, quienes lo atacaron salvajemente. Lo concreto es que una bala ingresó por la órbita derecha, quedó alojada en la parte occipital del cerebro y le causó una seria lesión neurológica que hoy lo mantiene en una silla de ruedas.
"Pregunté mucho cómo fue mi llegada al hospital. Leí varias veces la historia clínica y agradezco a Dios estar hablando. Hicieron de mí un experimento impresionante -resalta con ironía-. Tocaron todo. Tocaron hasta lo que no podían tocar y estoy bárbaro. Ver lo que realizaron es una locura. Una locura linda que me salvó." La rápida intervención del neurocirujano de guardia le salvó la vida al realizarle una descompresión craneal en la que se le retiró una parte de hueso para que el cerebro se expandiera y así disminuir la presión interna, que podía provocarle la muerte. "Rocé la muerte, pero no me quejo. La vida es así. Me tocó a mí y puedo contarlo. Todo esto me cambió el humor. Antes era bastante difícil de carácter. Toda la bronca que pude haber sentido [por lo que me sucedió] se disipó. Al principio, me quejaba. Ahora ya no. ¿Qué sentido tiene?", se pregunta, mientras le da una indicación a uno de los colaboradores de su equipo.
-En septiembre de 2012, en una entrevista con la revista La Garganta Poderosa, expresaste tu oposición a la mano dura contra la delincuencia. En 2013 te asaltaron dentro de tu casa, otro hecho de inseguridad que volvió a afectarte económica y emocionalmente. ¿Mantenés aquella postura?
-Por supuesto. La mano dura no sirve. Nunca me desperté ni me fui a dormir con bronca. Nunca insulté a los que me hicieron lo que me hicieron. Lo hicieron porque no tuvieron otra salida para intentar hacer otra cosa. No los justifico. Eso no está bien, está claro. A ellos les pareció lo más simple. Mientras ellos planean una estrategia para robar, yo pienso en una estrategia para que mi equipo gane. Eso es bastante complicado, porque el plato que ellos van a poner en la mesa de sus hijos está manchado de sangre. El mío no. El mío es un plato bien trabajado.
Los laberintos de la vida
El nuevo estado de ánimo del Negro, antes oscilante para amigos y familiares, contó con un apuntalamiento extra. Una ayuda desde el corazón, desde el sentimiento, que reencontró gracias a Ingrid, su nueva compañera de la vida. De su boca, ante cada referencia a esta visitadora médica de 42 años, brota, a borbotones, una palabra.
"Es el amor y la mujer de mi vida. La conocí en 1992, en un gimnasio. Me fui a Zaragoza y nos dejamos de ver. Hubo muchas idas y vueltas. ¡Mirá qué locura!", se sincera. "La volví a ver -continúa- después de 20 años. Nos encontramos y ya no nos separamos más."
Un amigo en común sirvió de puente. Un saludo, un mensaje de Ingrid alcanzó para despertar de nuevo la ilusión de Fernando. "Estoy de novio. A los 45 estoy de novio como si fuera un pibe", se divierte. "Nos volvimos a encontrar en mi casa. Ella ya conocía a mi familia. Ya hace dos años que estamos juntos. Es una locura hermosa, porque la última vez que nos habíamos visto me estaba acompañando al aeropuerto de Ezeiza porque me iba jugar a España. Me despidió caminando y después de tantos años me volvió a ver en una silla de ruedas. No le importó y se quedó a mi lado", enfatiza.
La explicación de los especialistas ante la sorprendente recuperación de Cáceres no le escapó a una expresión que, quizás, está más vinculada a cualquier religión que a la ciencia misma. "Lo de Fernando fue un verdadero milagro. Fue increíble que, con todo lo que tenía, saliera adelante. El equipo médico actuó con gran pericia, pero hay que creer que intervino la mano de Dios", explicó en ese entonces Rubén García, director del hospital Carrillo. Según Antonio Di Sibio, quien comandó el equipo de Terapia Intensiva que lo asistió, Cáceres estuvo entre el 15 o el 20% de los pacientes que superan ese tipo de lesiones. El cóctel terapéutico, además, incluyó un drenaje ventricular para que circulara el líquido cefalorraquídeo y así disminuir la presión intracraneana. Luego debió superar un cuadro febril que le produjo la bacteria hospitalaria Acinetobacter baumannii, de gran resistencia a los antibióticos y, por eso, altamente mortal. Se trató del mismo germen que, en su momento, afectó al cantante popular Sandro en los pulmones, mientras que a Cáceres lo atacó en el cerebro y le produjo una meningitis severa.
"Fue una pelea hora a hora, día a día, en la que mi familia fue un factor determinante para poder salir adelante. Me mimaron mucho. Me miman mucho. El momento que me tocó pasar me mostró a mi familia en su verdadera esencia. Todos tuvieron que ver para que siga vivo", señala el Negro, con un pañuelo de papel en la mano diestra. La pérdida del ojo derecho hace que todo su mundo gire en derredor del hemisferio izquierdo. El parpadeo es constante. Y el ex futbolista no se oculta. Delante de todos se muestra tal cual está, tal cual vive. "No me creo un ejemplo. Esto me marcó, obvio. Quizá si no me hubiera pasado esto, me encontraría haciendo lo que ahora estoy volviendo a hacer. Pero el hecho de atravesar eso tan malo, de intentar luchar para reponerme, me dio una gran fuerza de voluntad todavía mayor a la que ya tenía. Ésta es una nueva oportunidad que me dio la vida", precisa.
En el momento de ser atacado, Cáceres intentaba volver a enfocarse en el fútbol, pero desde el otro lado de la línea de cal. Su idea, su sueño, era convertirse en director técnico de un equipo de Primera. "Eso es lo mejor que a un ex jugador le puede pasar. En realidad, es lo más próximo que puede haber. Es lo más cerca que se puede estar de ser un futbolista", comenta. Expectativa que continúa cocinando a fuego lento. "Quiero dirigir. De esa manera, uno puede transmitir todo lo que aprendió como jugador. Tanto del juego como de la vida. Con conocimientos, con fundamentos, con experiencia. Ahora, con chicos. Ojalá que más adelante sea en Primera", puntualiza.
Su caso ni se acerca a otras experiencias de vida que conoció durante la internación. A partir de su estado crítico, según refiere, entendió que no podía bajar los brazos porque eso lo lanzaba a un abismo anímico. Siente que conocer otras historias de vida hizo una mejor versión de sí mismo. Le aportó más sabiduría, más conocimiento, más sensibilidad para ponerse en el lugar del otro y comprender que la vida sucede tan velozmente como un chasquido de dedos. "Uno, por desgracia, vive tan enfrascado en su vida que, muchas veces, no le presta atención al otro, al que tiene al lado. En el hospital, donde las horas no pasan más, empezás a ver las cosas de manera positiva y te aferrás como nunca antes a la vida", revela. Cáceres describe al detalle la historia de un chico (prefiere reservarse el nombre) que conoció en Instituto de Rehabilitación Fleni, de Escobar. "Vino una tarde, se despidió y no lo vi más. Se iba porque los médicos le explicaron que ya no podían hacer nada más por él. Tenía 24 años y sabía que no iba a poder volver a caminar. Esto, sin dudas, es mucho más grave que lo mío. ¡De qué podía quejarme si yo, lentamente, estaba avanzando! Eso es triste de verdad. Lo mío no es nada", confiesa.
Momento de reaprender
La lectura es uno de los nuevos hobies que abrazó Cáceres. El otro, casi una obviedad, es ver y analizar con fruición cuanto partido de fútbol pasen en el enorme televisor que hizo instalar en el living de la casa de mamá Ramona, en Ramos Mejía. Los canales deportivos son su principal imán televisivo. "Miro muchos partidos, porque fútbol ya casi no se ve. Se juega como se vive y se vive como se juega. En todos lados. Tenés excepciones, como el Barcelona o el fútbol inglés, que por la rapidez es muy vistoso", explica. En cuanto a los libros, el Negro prefiere aquellos en los que la psicología se transforma en hilo conductor. "Así puedo sacar conceptos concretos para volcar en los pibes", afirma.
La música es otro de los pilares en su recuperación. A partir de cualquier tema, siempre en castellano, comenzó a recobrar la escritura. Los CD de su colección personal se pasan hasta casi rayarse en el equipo que montó en su habitación. Franco De Vita, desde hace unos meses, se convirtió en el cantante fetiche. Escribe y reescribe, una y otra vez, cada canción del venezolano, mientras la melodía ingresa por sus oídos.
En este nuevo período de aprendizaje, la música es un importante sostén que le enseñaron los médicos de Fleni. "Me encierro en mi habitación y pongo un tema en castellano y la escribo a medida que lo voy escuchando para que mi cerebro se vaya acostumbrando a lo que es la rapidez. Ahora estoy con Franco De Vita. Cuando veo lo que escribo, pienso que soy un fenómeno y deseo haber escrito yo esa canción", dice, otra vez utilizando el sarcasmo, moneda corriente en su nuevo modo de expresarse.
En este cambio de vida, volver a caminar es el objetivo que más piensa y trabaja todos los días. La terapia de rehabilitación le insume no menos de tres horas diarias. Sin respiro y sin pausa, Cáceres está dando los primeros pasos. Ayudado por las barras paralelas o un trípode, la confianza en su fuerza motora le va ganando al temor por caerse. "Lo que más me preocupa es la pierna izquierda, porque es mi parte motriz más afectada. Ya me estoy animando a pisar firme con la izquierda porque empezó a hacer caso a las órdenes que le doy. La pierna ya tiene la tarea bien aprendida. Ahora estamos en la tarea de acomodar bien los pasos. Una vez que la pierna tenga la voluntad de entender la orden será mucho más simple", detalla. Y continúa: "Los canales que reciben las órdenes en la parte inferior están dañados. Entonces tengo que buscar otros canales alternativos en el cerebro para que la parte inferior izquierda siga progresando".
El partido llega a su fin. El FCFC gana 1 a 0 y Cáceres lo celebra con su equipo. Es tiempo de volver a Ramos Mejía. Es tiempo de volver al centro de rehabilitación. Cáceres tiene que seguir dando más pasos en la nueva vida que le tocó.
Un equipo, una fundación
Desde el fútbol, el proyecto que Cáceres impulsa para sacar a los chicos de la calle
La idea surgió durante el período de la recuperación entre el hospital Ramón Carrillo y el Fleni. La meditó y la conversó con uno de sus sobrinos en una visita a la filial de River en San Martín.
Pasaron unos días y le informó a su familia el nuevo proyecto que los incluía. "Quiero armar una Fundación y un equipo de fútbol", fue el mensaje.
Desde septiembre de 2013, la fundación Fernando Cáceres incluye a su equipo de fútbol (el Fernando Cáceres Fútbol Club) y es un activo participante de la Liga Lujanense. Mientras espera la habilitación de la Inspección General de Justicia, desarrolla la parte deportiva en un predio para cuatro canchas en Ciudad Evita, cedido por la gobernación de la Provincia.
En el lugar se entrenan, todos los días de 9 a 11, chicos de 16 a 24 años. "Hablé con Fernando Espinoza (intendente de La Matanza) y con Daniel Scioli, y logramos tener un lugar que estamos desarrollando para, ojalá podamos, jugar de locales en el torneo", dice Cáceres.
"Lo más importante es poder ver las ganas de los chicos que quieren estar, que quieren colaborar, que quieren aprender. La idea es sacar a los chicos de la calle con el deporte como conductor del proyecto. Buscamos jugadores en una edad clave: entre los 16 y los 24. Es la edad en que definen buena parte de su vida. Y el fútbol es el área en la que uno puede aportar mucho más", explica el ex defensor.
Para quienes aportar o participar del proyecto, la vía de comunicación es el 15-32880108.
Damián Cáceres
Diario La Nación, sábado 25 de abril de 2015
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