Independiente no pudo ante Gimnasia, y apenas pudo empatar como local jugando quizás el peor partido en el año. Albertengo, el gol del Rojo, que se fue abucheado.
Pasó un torneo pero nada cambió: Gimnasia vino al Libertadores de América con el mismo libreto e Independiente cayó en las mismas trampas sin poder quebrar al rival. El empate fue un premio para el Lobo y castigo para el Rojo.
Todo comenzó con torpezas y equivocaciones de los dos lados, hasta que Independiente tuvo una ráfaga en la que por medio de cabezazos (Riaño, Albertengo) y tiros de media distancia (Torito Rodríguez, Benítez) obligó a lucirse al arquero rival.
Hubo penal para Gimnasia, hubo penal para el Rojo. El arbitraje de Pompei era malo, malísimo a esa altura del primer tiempo. "Siga, siga" y vista gorda. Hasta que una muy buena jugada colectiva unió los pases del uruguayo Rodríguez, Méndez y Pisano, que tiró el centro atrás para que aparezca Albertengo por el medio del área chica y de arremetida goleadora pusiera el 1 a 0.
Parecía que el partido se abría y aparecerían más chances para el Rojo. Sin embargo, pecó de ingenuo, no atacó más y el Lobo casi sin quererlo aprovechó un error defensivo en tiempo de descuento para irse al descanso empatado.
En el segundo tiempo el Rojo ya no le encontró la vuelta a un rival que se aferró aún más a su libreto. Aunque justo es decirlo, el conjunto de Troglio tampoco vino a meterse atrás ni encerrarse en su área. Sí apeló a mañas conocidas (el arquero se cansó de hacer tiempo, etc) pero nunca fue intimidado por alguna jugada de peligro.
Así los minutos fueron pasando y no hubo ni un atisbo de revertir la historia. El final fue anunciado: silbidos para un pésimo partido.
Emiliano Penelas
Pasó un torneo pero nada cambió: Gimnasia vino al Libertadores de América con el mismo libreto e Independiente cayó en las mismas trampas sin poder quebrar al rival. El empate fue un premio para el Lobo y castigo para el Rojo.
Todo comenzó con torpezas y equivocaciones de los dos lados, hasta que Independiente tuvo una ráfaga en la que por medio de cabezazos (Riaño, Albertengo) y tiros de media distancia (Torito Rodríguez, Benítez) obligó a lucirse al arquero rival.
Hubo penal para Gimnasia, hubo penal para el Rojo. El arbitraje de Pompei era malo, malísimo a esa altura del primer tiempo. "Siga, siga" y vista gorda. Hasta que una muy buena jugada colectiva unió los pases del uruguayo Rodríguez, Méndez y Pisano, que tiró el centro atrás para que aparezca Albertengo por el medio del área chica y de arremetida goleadora pusiera el 1 a 0.
Parecía que el partido se abría y aparecerían más chances para el Rojo. Sin embargo, pecó de ingenuo, no atacó más y el Lobo casi sin quererlo aprovechó un error defensivo en tiempo de descuento para irse al descanso empatado.
En el segundo tiempo el Rojo ya no le encontró la vuelta a un rival que se aferró aún más a su libreto. Aunque justo es decirlo, el conjunto de Troglio tampoco vino a meterse atrás ni encerrarse en su área. Sí apeló a mañas conocidas (el arquero se cansó de hacer tiempo, etc) pero nunca fue intimidado por alguna jugada de peligro.
Así los minutos fueron pasando y no hubo ni un atisbo de revertir la historia. El final fue anunciado: silbidos para un pésimo partido.
Emiliano Penelas
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