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Publicamos un poema inédito de Carlos Penelas, que habla sobre un querido barrio de Avellaneda y trasluce su pasión por Independiente.

Ahora los cuartos están vacíos.
Y la parra hace tiempo que desapareció.
Sin embargo aún escucho sus risas,
el olor de los platos, el ladrido del perro,
las canciones de la aldea.
Es incierto el rostro de mi tía,
la mirada se nubla en los retratos.
Se presienten primos, novias, vecinos.
Las voces, la bendición de los abuelos.

Estoy de pie frente a una casa.
Soy un hombre duplicado, un solitario
que anhela la transfiguración y su morada.
Como un extraño designio de la vida.

Carlos Penelas


"La Mosca" se transformó en los años 50 en fonda. Mi tío Pedro Fraga -casado con la hermana de mi padre, Isabel Penelas- fue concesionario de esa fonda (sólo comida, sin alojamiento) durante varios años. Lo atendían sus cuatro hijos: Luis, Pedro, Eduardo y Manolo. Gallegos, de Independiente, igual que mis otros primos de Piñeyro; los Villanueva y los González. La casa a la que hago referencia era la de mi tía Silvia Penelas, calle Mariano Acosta entre José de Sucre y General Villegas. Mi familia, la casa donde nací, quedaba a pocas cuadras de allí: Mariano Acosta 1018, pegada al terraplén del Ferrocarril del Sud (Midland). La denominación debería ser Piñeiro pues la "y" no existe en el idioma gallego. (Carlos Penelas)

Fuente: www.carlospenelas.com

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Anónimo dijo... 27 de noviembre de 2014, 5:31 p.m.

Amanda dice:
Me encantó, en el sentido de magia. Me pasó lo que a Borges, pero a mí con una casa de la infancia:
"En aquel preciso momento el hombre se dijo:
Qué no daría yo por la dicha
de estar a tu lado en Islandia
bajo el gran día inmóvil
y de compartir el ahora
como se comparte la música
o el sabor de la fruta.
En aquel preciso momento
el hombre estaba junto a ella en Islandia."