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Reproducimos la nota al técnico de Independiente publicada hoy en el portal en castellano de la FIFA.

En agosto de 2013, Independiente vivía en estado de desesperación. El club más ganador de la historia de la Copa Libertadores de América, con una de las hinchadas más numerosas deArgentina, jugaba por primera vez en sus 109 años de vida en la segunda división. Más que jugar, sufría: cinco partidos en la B Nacional, ninguna victoria. Los Diablos Rojos de Avellaneda se cocinaban en un infierno propio.

"Ningún club de estos, como River en su momento, está preparado para asumir un descenso. Cuando pasa por esta situación y no gana, la cosa no está linda, pero a nosotros nos gustan los desafíos. Y este era uno muy grande, por eso lo aceptamos", dice hoy a FIFA.com Omar De Felippe, el técnico en quien confió Independiente para volver a ganar.

Y lo bien que hizo: desde que asumió a finales de agosto el equipo fue ganando confianza, juego y resultados hasta llegar, promediando el campeonato, a ser tercero, último lugar que permite el ascenso. Pese a tener pocos años de carrera como entrenador principal -cuatro y medio y más de diez como alterno-, ninguno de ellos en un equipo de tanta magnitud, el argentino está respondiendo a la exigencia.

"En momentos difíciles es cuando mejor me siento", dice y basta con repasar su vida para entender por qué: "Me tocó perder a mi padre de un infarto cuando tenía siete años. Éramos tres hermanos que nos criamos con mi madre trabajando y nosotros solos en casa, haciendo lo que debíamos hacer, quemando etapas muy rápido".

"El fútbol me salvó la vida"
Trabajó desde los 12 años: en una feria, de metalúrgico, puliendo ceniceros de vidrio... Terminó siendo escuela para "llegar más curtido, mejor acomodado" a la experiencia más traumática por la que pasó: en 1982 combatió en la Guerra de Malvinas, que enfrentó a argentinos e ingleses por la soberanía de las islas. Tenía 20 años, apenas uno de servicio militar obligatorio y algunos más de jugador en las inferiores de Huracán.

"Fue la supervivencia en su máximo nivel. Cuando el conflicto comenzó a crecer, lo más importante era comer y no morirte de frío. No sabés si volvés y el día a día era muy importante. Tratar de conseguir la comida, lavarte la ropa… Hay un montón de situaciones que te tocan en las que vos tratás de sobrevivir, de sostenerte anímicamente porque eso es fundamental y es más complicado que cualquier otra cosa. Estar lúcido de la cabeza y que la situación que te toca vivir no te termine matando, porque a veces te mata en vida".

Esquivó la muerte por centímetros hasta tres veces -"uno piensa que es el destino, que no te necesitan arriba, porque sino es incomprensible"-, soñó con no sufrir heridas en las piernas porque "rogaba seguir jugando al fútbol", sobrevivió a un conflicto en el que murieron oficialmente cerca de mil personas.

"A mí el fútbol me salvó la vida. Primero porque me preparó desde lo físico y mental. Sos chico, vas a entrenar todos los días, luchás por algo, tenés que ganarte un lugar, te cuidás... Pero lo más importante que hizo el fútbol por mí fue cuando terminó la guerra".

Apenas volvió, Huracán lo subió directamente a Primera y ese plantel de jugadores fue decisivo. "Los grupos de jugadores son muy desinhibidos. Entrás a un vestuario, viniendo de algo tan complicado... necesitás que alguien te pregunte qué pasó, que quieras que les cuentes. O me cargaban. Me decían 'Guarda, ¡bomba!' y se tiraban cuerpo a tierra. Yo me reía de ellos, entendía el contexto y por qué lo hacían. Me hicieron acercarme a la realidad porque cuando llegamos, nuestra gente, no sabía si preguntarnos por miedo y eso te alejaba mucho de la realidad. Si todos los excombatientes hubiésemos tenido la posibilidad de ser contenidos y largar todo lo que teníamos, seguramente nos hubiéramos ahorrado muchos suicidios de excompañeros. Por eso digo que el fútbol me salvó la vida, porque me dio ese lugar para poder descargar la mochila que traje de Malvinas".

Aprovechar las experiencias
De Felippe, que no vive los Argentina-Inglaterra con un sentimiento especial porque "son cosas incomparables, uno no transfiere a un país lo que le pasó", no fue un jugador destacado. Pero en su corta carrera como técnico tiene éxitos importantes: ascendió con Olimpo de Bahía Blanca, lo mantuvo en primera el mismo año que bajó River, ascendió también con Quilmes y lo hizo quinto en la máxima categoría. Llevó paz a Independiente. Parte de su ADN como entrenador ambicioso, atento a cada detalle, fundamentalista del grupo sobre la individualidad, se gestó en el Atlántico Sur.

"En la guerra tenías que mantenerte vivo. Era todos los días con las pilas arriba porque ayer ya no servía. Uno veía cosas muy feas y había que hacer caso omiso, mirar para adelante y seguir", dice De Felippe y, aunque se preocupa todo el tiempo por dejar claro que las situaciones no son en absoluto comparables, reconoce un aprendizaje en lo vivido. "En el fútbol no te podés conformar con haber ganado un partido. La vida sigue y todos los días tenés que trabajar para ser el mejor, encontrar la perfección. No existe, pero busquémosla. El fútbol es lograr que los jugadores que tenés se animen a hacer cosas".

La importancia capital del todo sobre la parte también se potenció 32 años atrás. "El pequeño grupo que éramos, éramos de tirar para arriba y eso fue muy importante. Soy muy exigente con eso. El secreto está en todos. Me gusta que un grupo sea un solo corazón, ayudándose uno a otro. Me pone muy mal cuando uno no es así".

Fuente: FIFA.com

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