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Lo tenía todo para ser el astro más importante: llevaba el talento futbolístico en la piel. Dotado de la agilidad de los felinos, de una gran destreza técnica, de singulares reflejos y de una musculatura privilegiada, podría haber sido el mejor jugador de todos los tiempos. Sin embargo, era víctima de un pequeño defecto: como tenía una pésima memoria, nunca lograba recordar para qué equipo jugaba.

Jacques Sterbeng, Cuentos glaciales

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