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En medio de turbulencias de todo tipo, Ramón Díaz picó detrás de todos los candidatos y se transformó en el nuevo técnico de Independiente. La temática "electoral" parece apañar todo lo que pasa en el Rojo.

Luego de la calamitosa salida de Antonio Mohamed, con la barra cantándole en la puerta del vestuario, y entonando la marcha fúnebre a la salida de los jugadores, en donde no se habló del tema como si fuera algo más del folklore futbolístico, Cristian Díaz saltó de la Reserva a hacerse cargo de los dos compromisos que el Rojo tenía esa semana.

Venció a San Martín de San Juan y volvió a ser el equipo sin espíritu ni entrega frente a Belgrano en Córdoba. Si no se fue goleado fue solo una cuestión de suerte, y como le había sucedido a la dupla Pavoni-Sá, se corrió detrás de un entrenador para acelerar los trámites.

Cuando salieron los primeros nombres para suceder al Turco, el de Ramón Díaz no figuraba, hasta que se autopostuló. Mal no le salió la movida ya que mientras un grupo de dirigentes viajaba a Rosario para hablar con Martino, Comparada tomaba café con el Pelado en Buenos Aires. Se habló de la posibilidad de esperar al Tata hasta octubre, dependiendo de los resultados de Cristian Díaz, pero como se sabe la historia se desencadenó hacia otros rumbos y Ramón se convirtió en el Díaz al mando.

En el medio, y ya desde la asunción del técnico, se prometieron cambios radicales, saludos a los tres costados (a la cancha le sigue faltando uno, por más tiempo que lleve de "inaugurada" precisamente ante el próximo rival) y pactos de no agresión bajo la excusa del "año electoral", una muletilla que sirve de excusa para tapar con un dedo todo lo que pasa en el Rojo a todo nivel.

Dejando por un momento de lado las desprolijidades y lamentables acontecimientos que vive Independiente, es obvio que dentro de la cancha el apoyo debe ser total para Ramón Díaz y los muchachos. Ojalá sea el Pelado quien aporte esa dosis de sangre y juego que le hace falta a un plantel alicaído física y espiritualmente, y que su dosis y estigma de "ganador" se contagie a las tribunas, para que el Rojo sea solo un puño apretado alentando.

Emiliano Penelas

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