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Dos sentimientos encontrados se juntaron en pocas horas: la preocupación e incertidumbre por la Asamblea del lunes, con la alegría de volver a ver al Rojo jugando fuera del país, más allá del resultado.

Es difícil convivir con las contradicciones, pero todos las hemos tenido alguna vez. La alegría de ver nuevamente al Rojo fuera del país tras seis años de ausencia en copas internacionales se mezcló con la preocupación por el futuro del Club luego de la tumultuosa Asamblea que terminó aprobando el último balance.

Con la preocupación natural de cualquier socio e hincha del Rojo, que entiende poco de economía pero sabe que no todo anda como debería, lo que sucedió entre oficialismo y oposición no es un buen augurio si uno quiere sanear una Institución. Y todos sabemos que cuidar las formas es también cuidar el contenido.

Al mismo tiempo, con pocas horas de diferencia, y más allá del resultado final, volver a ver al Rojo en el Centenario (donde La Caldera del Diablo vivió los encuentros frente a Nacional en la Copa Mercosur 1998 y la Libertadores 2004) fue sin dudas una emoción enorme.

Independiente, el Rey de Copas, devaluado y todo, transmite esa mística que sus hinchas llevan en el ADN y lo demostraron copando la tribuna Colombes y alentando todo el partido, aunque desde dentro de la cancha a veces la respuesta no compatibilzaba con semejante acompañamiento.

Emiliano Penelas

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