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Gabbarini era suplente, Acevedo jugaba en Ucrania y Tuzzio y Silvera estaban cuestionados en sus clubes.

Independiente encontró soluciones que estaban al alcance y nadie vio. Reconstruyó su imagen poco a poco y, en medio del irregular Clausura, alcanzó la cima y se sostuvo con el triunfo de anteayer ante Chacarita por 1-0, en La Paternal. Américo Gallego tuvo ingenio y armó un equipo solvente con algunos toques con su sello. Tomó materiales que nadie utilizaba y que, por ahora, probaron resistencia a la alta exigencia. Fue una columna que se formó con naturalidad y que no le demandó grandes inversiones al club de Avellaneda, tal como ruegan las economías de los clubes argentinos.

Como en los últimos tiempos, el arquero estaba en casa. Con la salida de Fabián Assmann, a mediados del año pasado, a Las Palmas, parecía que el puesto finalmente quedaría en las manos de Hilario Navarro, ex racing, que mientras que no jugaba en los Rojos tuvo un fugaz préstamo en San Lorenzo. Pero no. Las lesiones frustraron al correntino y Adrián Gabbarini, de 25 años, aprovechó la oportunidad y se ganó la confianza del cuerpo técnico. Fue figura en varios partidos y mostró carácter frente a algunos errores puntuales, como en la caída con Vélez por 3-0, por la 5º fecha. "El arquero es el jugador del equipo al que más hay que respaldar", sentenció.

Eduardo Tuzzio, de 35, se incorporó en enero de 2009, sin lugar en River, en el que fue muy criticado en los últimos partidos. Hubo desconfianza entre la gente, pero el murmullo se acalló rápido. Su presencia cobró importancia con la rotura de los ligamentos de Carlos Matheu, el capitán, y con la fresca aparición del juvenil Leonel Galeano. Se lució en las dos áreas contra Chacarita: hizo el gol de la victoria de cabeza. Es más, ya se le propuso la renovación del contrato hasta junio de 2011.

Pocos conocían a Walter Acevedo, de 24, cuando se acordó la cesión con Metalist, de Ucrania. El volante había dejado San Lorenzo con un puñado de partidos y con poca continuidad. Gallego se fijó en él y no dudó en ponerlo como el emblema en el medio campo. Sorprendió con la buena pegada, se encarga de los córners y los tiros libres, y se notó su ausencia cuando no jugó.

Andrés Silvera, de 33, dejó San Lorenzo en medio de conflictos. Se refugió en Comodoro Rivadavia y hasta se dijo que quería retirarse. Independiente volvió a cobijarlo. Tenía el visto bueno de Gallego y el crédito de la gente por haber sido el goleador, con 16 tantos, en el título en el Apertura 2002. Volvió a sentirse a gusto en Avellaneda y, tras un aceptable regreso, en el Clausura está al tope entre los artilleros del campeonato con seis conquistas.

Independiente, el líder, tiene un eje bien definido. Sobre él gira y se sostiene.


Francisco Schiavo
La Nación, lunes 15 de marzo de 2010

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