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Darío Gandín cumplió con su cuota de goles en los clásicos, y volvió a amargar a racing.

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La cinta de capitán se confunde en el brazo del Chipi Gandín. Sorprendió en el primer partido que sea él quien la lleve, pero una primera lectura puede verse desde el punto de vista del apoyo que el equipo y el técnico le da al goleador del Rojo en el Apertura.

Durante la semana decía que buscaba la ovación para él, y que envidiaba a Silvera. El amor de los hinchas es incondicional para el Cuqui, pero esquivo para el Chipi, que sin embargo quiere con goles torcer la historia.

Disperso en la cancha, sin una ubicación precisa, perdido entre la línea del medio y el faro que es Silvera, Gandín intenta bajar, jugar, tocar. Quiere ser Romario, intenta el toques preciso, busca el pase al vacío. No se le dio contra racing, pero un viejo dicho dice que a los goleadores no hay que subestimarlos.

Se acercaba el final del primer tiempo, la pelota va hacia el área y de haber bajado le quedaba al capitán frente al arquero, pero Lluy metió la mano groseramente y a Pitana no le quedó otra que cobrar el penal. El propio Chipi fue a buscar la pelota, como hace una rueda en el Inodoro Municipal, y con mucha clase y frialdad puso el gol que le daría el triunfo al Rojo.

En el complemento Gallego lo sacó faltando ocho minutos, y bajaron los aplausos para el Chipi, el hombre clásico.

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