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Independiente le ganó con autoridad a River, rompió la racha de 13 años sin victorias en el Monumental y 11 frente a las Gallinas. El primer tiempo terminó 3 a 0, baile incluído, con goles de Gandín, Piatti y Silvera. El segundo fue un trámite para asegurar el pleito. Estamos a uno de la punta.

El festejo de los jugadores del Rojo, tras el 2-0

Quién lo hubiera dicho. Creo que ni el más optimista de los hinchas del Rojo hubiera pronosticado un primer tiempo como el que terminó jugando Independiente contra River en el Monumental, el cuco de los estadios argentinos para nosotros.

Sin embargo, cuando estábamos llegando, no se explicar por qué, pero entre los conocidos de siempre que seguimos al Rojo adonde vaya nos mirábamos y pensabamos íntimamente que ésta vez se daba, que hoy rompíamos el maleficio del Gallinero y nos llevábamos los tres puntos para casa, para soñar con la punta, para ilusionarnos con que estamos para más.

Porque el primer tiempo fue realmente un baile. Entre el desconcierto de la defensa de River y la sincronía que el Rojo mostró de tres cuartos de cancha hacia adelante los goles paracieron la causa natural de un resultado que se veía venir de a poco y que casi no hubo que sufrir.

El tablero electrónico del Gallinero no miente: 3 a 1 final

El Rojo era mucho más que un equipo local que a pesar de presentar técnico nuevo no tardó en insultar a sus jugadores, sumidos en un mar de dudas a la hora de sacar la pelota desde el fondo, y con Silvera, Gandín, Piatti y Acevedo jugando quizás uno de los mejores partidos en conjunto desde que comenzó el campeonato.

Darío Gandín, iluminado por el olfato goleador que había perdido desde su llegada al Club, está de racha y la metió de cabeza cuando recién pasábamos los primeros diez minutos de partido. Ignacio Piatti le gana una arremetida a su marcador y se la lleva de guapo para anotar frente a un impávido arquero de River que lo esperó clavado en la línea. Y para coronar la tarde, apenas cruzada la media hora de partido, Andrés Silvera define con precisión de cirujano y liquida el partido.

Piatti y el que pudo haber sido el cuarto del Rojo
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Pareció que no se sufrió, porque los goles llegaron al hilo, uno detrás del otro, porque se jugó realmente muy bien y porque River era una sombra dentro del campo de juego. El segundo tiempo estuvo de más, aunque el Rojo supo aguantarlo, enfriarlo y regular los tiempos. Al equipo de Astrada no le sirvió ni siquiera su amor propio, porque de contra casi recibe el cuarto, si no era porque la pelota de Piatti dio en la base del palo de Navarro.

Sobre la hora, para la anécdota, Lunati cobró un penal cuando había varios jugadores de River adelantados y Gallardo acercó las cifras del marcador final.

Alegría, delirio, satisfacción. Ganamos en el Monumental, ahora lo podemos contar. Y vamos por más.

Emiliano Penelas

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