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La Argentina "juega como el culo", como dice Menotti, pero ganó gracias a un milagroso gol de Palermo en el segundo minuto adicional, cuando Perú hizo todo lo mejor y no merecía irse sin nada.

César Luis Menotti dijo en una entrevista realizada hace poco que la Selección no gana porque "juega como el culo". Pues bien, para demostrarlo y no entrar en contradicciones el equipo nacional volvió a dar esta tarde-noche una muestra de su habitual desempeño frente a un Perú eliminado que lo superó en todo el segundo tiempo y no mereció irse derrotado del Monumental.

Luego de dos o tres minutos en los que parecía que el equipo de Maradona iba a comerse a los chicos crudos, el ritmo de juego cayó al mismo sentido anodino que le conocemos, y por más que tuvo algún que otro desborde sólo eran camisetas claras deambulando la cancha, mientras el técnico se aferraba a sus amuletos.

Messi, empecinado en ser un chico de los morfones de escuela, Aimar que no se sabe a qué vino luego de tanto tiempo sin ser convocado y sin jugar en un nivel competitivo aceptable, la reaparición de Di María tras cuatro fechas suspendido, nuevamente la presencia de Heize en la defensa, Enzo Pérez perdido en el medio... demasiados desajustes para un conjunto que no encuentra patrón de juego y ni siquiera demuestra hidalguía para ir a buscar los partidos.

Apenas comenzado el segundo tiempo, y con Palermo en cancha desde el arranque, Higuaín -que había tenido dos en la primera etapa y las había definido mal- recibe un buen pase del Payasito y remata cruzado antes de la salida del arquero para el 1-0. Parecía que con la ruptura de la férrea defensa peruana el partido iba a abrirse para la Albiceleste, pero no.

Perú se jugó lo que tenía y la Argentina se replegó. Maradona hizo lo suyo haciendo ingresar a Demichelis en lugar del Pipita, queriendo conservar el mezquino resultado mientras los visitantes se adelantaban en la cancha y la lluvia empezaba a preocupar.

La gente, que no agotó las localidades como en otros partidos de Eliminatorias, ya estaba impaciente y hacía tiempo que insultaba a todo el equipo. Como un mal sueño, pero merecido luego de insistir en el ataque, Perú llegaría al empate cuando se cumplían 45'. Un centro cruzado, una mala salida de Romero, una mala decisión de Mascherano (a pesar de eso, uno de los mejores de la Argentina) al no dejarla salir, otro centro y el inevitable gol de Rengifo.

A la carga barracas, el destino quiso que Federico Insua metiera una pelota en el área, que esta recorriera casi todas las piernas y cayera en la de Martín Palermo, goleador interminable y a pesar de sus colores Xeneizes a esta altura ídolo del fútbol argentino, y pusiera el milagroso gol a los 47 minutos de un partido que era el cadalso.

Emiliano Penelas

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