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Qué difícil es ver buen fútbol. En la era en la que sólo sirve ganar, el deporte rey se ha convertido en una seguidilla de especulaciones y siempre, pero siempre, hay excusas para no jugar bien. ¿Existirá el famoso "fútbol que le gusta a la gente"? ¿O nos tiene que gustar esto que vemos?


Pasaron las fechas de Eliminatorias y la Argentina, número 1 en el ranking de la FIFA desde hace un par de meses, y entre los mejores equipos del planeta por historia, estadísticas y jugadores desde vaya uno a saber cuántos años, puso los grandes nombres que tiene desperdigados por el fútbol europeo, con la sola excepción de Carlos Tevez, en la cancha.

En el estadio Monumental, ante la débil selección ecuatoriana que sólo había rescatado tres puntos de doce, no se jugó a nada. La visita hizo su juego: el de cortar, negar la creación, marcar a presión, evitar "desequilibrarse". Pero la albiceleste, con tanto talento suelto en el césped, no hilvanó ninguna jugada, no hubo "fantasía", creación, sorpresa, contundencia ni potencia.

No existió tampoco nada de eso ante un Brasil que mintió a su historia, que no es el Brasil que uno espera ver sino que podían ser once gaúchos bien formados con camisetas amarillas. Casi, casi que ecuatorianos en una de esas. Y sin embargo, el fiasco fue doble. Ni los de Basile y mucho menos los de Dunga dieron nada por el espectáculo.

Ahora bien ¿la gente quiere ver fútbol o con el show solo alcanza? La TV quiere convertir precisamente en espectáculo aquello que hace rato dejó de ser un juego, porque hoy lo importante es ganar, las presiones están siempre aunque se juegue por el séptimo ascenso a la segunda división de la liga de empresas del noroeste del Gran Buenos Aires.

Los jugadores no quieren -ni pueden, y mucho menos deben- equivocarse, salirse de las lógicas impuestas desde las bancas, o de manera indirecta, por una especie de "censura previa" que hace que ni piensen en una gambeta que arriesgue la tan preciada posesión del balón.

¿Posesión para qué, si luego con la pelota no se hace nada? Como un paralelo con la sociedad (el fútbol siempre lo es) los motivos que parecen llevar a la intensa búsqueda del elemento del juego se basa en las razones de la propiedad privada, de la avaricia. Simplemente se trata de que no pueda tenerlo el rival. Después vemos qué hacemos nosotros, si es que hacemos algo, pero mirá si los que lo tienen y piensan hacer algo son "ellos".

Y así estamos porque las excusas sobran. Si no es porque se juega un campeonato es porque hay un descenso de por medio, se trata de clasificar al mundial, o si ya estamos en el mundial "mirá si quedamos afuera". "Hoy hay que ganar" es el cántico, y sino, "hoy no hay que perder".

Emiliano Penelas

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