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Si en algún momento Pedro Troglio pensó que no irse derrotado de la Bombonera era un buen resultado, seguramente a esta altura lo está reconsiderando.

Dolores de cabeza para Troglio

Luego de la victoria ante Argentinos, que aquietó un poco las aguas turbulentas en las que se paseaba el barco del Rojo, el desafío ante Boca era, como todo clásico, un choque decisivo. Fue el propio entrenador quien calentó la semana previa diciendo que esos son los partidos "que te hacen hombre".

Pues bien, quizás abandonar la ribera del Riachuelo sin perder podría haber sido un buen resultado en otro contexto. Si uno va perdiendo y logra el empate agónico a veces se celebra más que una victoria incluso, aunque no lo hubiera merecido. Pero lo que se le objeta a Troglio no es el empate en sí, sino la actituz mezquina del equipo, que prefirió dejarle la pelota y el protagonismo a Boca en vez de asumir un rol más agresivo frente a un rival disminuido en número y -presumimos- desgastado físicamente luego del choque previo por Copa Libertadores.

No se pone en tela de juicio el empate como resultado negativo, sino la cuestión central que señala que Independiente lo pudo ganar y no hizo nada para lograrlo. Que el Rojo tenía servido en bandeja un partido histórico por la cantidad de años sin ganar de visitante frente al Xeneize (sin hacer cargo de esto al DT actual, por supuesto) y sin conocer la victoria en los clásicos luego dos años. Eso es lo que termina sufriendo el técnico, mucho más que los jugadores, aunque son también responsables muchos de ellos.

Es cierto, hay planteles y planteles, y como señaló Comparada, éste claramente no es aquel que conducía Pastoriza cuando dábamos la vuelta frente al Gremio o el Liverpool, a principios del '80. Pero sigue siendo Independiente y la gente lo que quiere ver es que el equipo se plante de igual a igual en cualquier cancha, que tenga ambición de ganar el mano a mano, el partido y el campeonato. Aunque no se logre, porque campeón hay uno solo y siempre juegan veinte. Pero muy distinto es perder incluso en la Bombonera atacando, desperdiciando situaciones o siendo parejo en el trámite del encuentro, que empatar sin darse cuenta que estaba para ganar.

En la semana posterior, Troglio debe haberse agarrado la cabeza más de una vez. No sólo por una bandera que señalaba lo que muchos pensaban, sino por flotar en el ambiente esa sensación de que, por más que cumpla su contrato (estamos firmemente convencidos de que así debe ser) no hay vuelta atrás en esta situación. Quizás el tiempo (y otros resultados) nos hagan ver que no teníamos la razón. Ojalá así sea y la próxima bandera que se cuelgue sea la de "Perdón Troglio".

Emiliano Penelas

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