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El verano parece ideal para tomarse un tiempito leyendo, y por eso queremos incluir en La Caldera del Diablo algunos artículos especiales para ir mechando entre tanta noticias "de último momento".

Esta vez es el turno de una de las tantas "Memorias rioplatenses" que desde una esquina montevideana, en este caso, escribe Manuel Suárez Suárez recordando al gran Negro Jefe, Obdulio Varela.

Clásica estampa, don Obdulio en el Centenario

En la esquina la barra comenta los malos resultados de la selección nacional de fútbol que lleva 57 años sin ganar un mundial y desde 1970 en México sin quedar entre los cinco primeros. Los muchachos no entienden que teniendo buenos jugadores no llegue ningún triunfo. Parece que aquel 16 de julio de 1950 fue irreal. No se puede creer que 200.000 brasileños presentes en Maracaná viesen entrar dos goles en su arco o mejor dicho dos puñaladas a sus sentimientos. Piensen en la cara de giles que les quedó al perder su mundial derrotados por los piojos de la República Oriental del Uruguay.

Se acerca don José Gervasio, el viejo periodista deportivo jubilado que siempre quita a los muchachos de apuros al opinar con criterio y sin fanatismos.

- Haber don José… usted que entiende de fútbol, háganos el favor de aclararnos la razón de que la celeste no levante cabeza.

- Bueno, bueno. Casi nada muchachos lo que me piden. No se pero la explicación no está dentro de una cancha sino más bien fuera. Dentro de la cancha son once contra once sin contar al juez que casi siempre la caga. Fuera del pasto hay que hablar de que cuando un país flojea entonces todas las estanterías se vienen abajo. Va unido todo. El Uruguay que ustedes no conocieron era una alegría. Cuando digo alegría me estoy refiriendo a que con un laburito vivía una familia. Laburaba el jefe de familia y morfaban la esposa y dos hijos. Los hijos podían ir al liceo y a la universidad.

- Haga un esfuerzo. Sabemos que usted vivió Maracaná escribiendo en la redacción de “El Día”. Queremos tener respuestas. Si somos buenos tenemos que ganar algo ¿no le parece?

- Yo los entiendo pero la cosa no es tan simple. Si hablamos de fútbol solamente no aclararemos nada porque en el 50 se jugaba de una manera y en el 2000 de otra. El deporte es el mismo -aparte de unas pocos retoques en el fuera de juego- pero las sociedades son otras. El 16 de julio llegaron a la final 22 uruguayos (9 eran de Peñarol, 5 de Nacional, 3 de Cerro, 2 de Central, 2 de Danubio y uno de Rampla Juniors) que eran buenos, sin duda, pero su triunfo fue posible porque eran humildes y honrados.

- Qué nos quiere decir don José. Que lo de Maracaná fue una casualidad o que los brasileros eran mejores y fue de puro de orto el resultado.

- No, no va por ahí la cosa. Aunque se están acercando un poco. La palabra ‘casualidad’ la utilizó el gayego Obdulio Jacinto Muíño Varela (lo de gayego es de mi cosecha viendo sus dos apellidos de pura cepa galaica). El gran capitán lo manifestó en varias entrevistas posteriores a la gesta mundialista. Para Obdulio fue una casualidad porque Brasil tenía mejor equipo y venía de golear a todos.

- Pero don José, por favor, fue un gran éxito. Teníamos flor de equipo y ganamos. No le busquemos vueltas. Eran unos potrillos aquellos jugadores que se las sabían todas.

- No muchachos, no. Piensen un poquito. No se dejen llevar por la propaganda barata de unos dirigentes del fútbol y unos políticos corruptos. En nuestro país media docena de soretes de mierda dejaron morir casi en la miseria al gigantesco Obdulio. El mundial del 50 lo ganó un hombre que jugaba de centrehalf. Esto es así. No tiene vuelta de hoja. Lo reconocieron sus compañeros. El famoso “Maracanazo” poco tiene que ver con el fútbol y más bien con la actitud ética de una persona que vivía en una humilde casita de la calle 20 de Febrero, cerca de Industria y General Flores.

- ¿Qué nos cuenta? Fue utilizado mientras les sirvió y luego al tacho de la basura. Nosotros pensamos que lo querían y que le agradecieron su hazaña.

- Miren, en serio, es muy triste la verdad verdadera. A veces casi dudo en contarles la justa pero creo que tapando el país no va a ningún lado. A Obdulio le tenían que hacer como mínimo tres homenajes: a) ponerle su nombre a la calle 20 de Febrero; b) instituir un trofeo en su honor; c) incluír su biografía dentro de los programas de enseñanaza secundaria. No se hizo nada. Tenemos un país controlado por unos gobernantes que son unos ‘caracagada’ que dejaron morir abandonado a Artigas en el Paraguay. Una manga de hipócritas que se olvidan también del ganador de un mundial de fútbol. En vez de andar con Obdulio por alfombra roja van y le afanan el auto o mejor dicho su cachila Ford “A” modelo 1931. Si, muchachos, le afanaron el auto a Obdulio a fines de 1952. Aún dentro de los chorros hay códigos pero nuestros malandras son de lo más rastrero. ¿Se les ocurre que algún chorro brasilero le afane el auto a Pelé?. No, al contrario, se lo cuidan. Pero aquí… mejor no hablar porque me dan ganas de llorar o de meterles varios piñazos en la jeta a todos los garroneros babosos que se llenan la boca hablando del triunfo de Maracaná.

Con la camiseta de Peñarol

- Pero está muy caliente usted hoy. Nos deja de piedra. Al final resulta que los dirigentes chuparon guita y no creían en el equipo.

- Veo que están acercándose al meollo. Más que caliente siento impotencia. Llevamos años con una venda en los ojos -unos años fue colorada y otros blanca- y las mentiras permanecen. Los que chupaban de los éxitos deportivos consideraban a la mayor parte de los jugadores unos bichicomes ignorantes que para lo único que servían era para el fútbol. Los héroes campeones del mundo tenían que mendigar un laburito en el municipio para poder entrenar por la tarde. Por favor, haber cuando desenmascaramos a todos estes fantasmas que hundieron al fútbol uruguayo. Ahora compran botijas -ojo no los adoptan- para vender en Europa. ¿Saben lo que les jodió más de Obdulio? Que sin abrir la boca los mandó a la mierda, él que no había terminado los estudios primarios sabía perfectamente que no lo apreciaban. Recuerden una lección del RecontraGranCapitán en Río la noche siguiente a la final. Se organizó una recepción en la embajada uruguaya. Obdulio no asistió. Salió a dar una vuelta para cenar algo. Entró en una cervecería. Al reconocerlo lo invitaron, le hicieron preguntas y luego lo llevaron a recorrer la ciudad hasta las siete de la mañana. Otro día seguimos porque la biografía de Obdulio tiene mucha miga.

Manuel Suárez Suárez

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