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Comprartimos una nueva edición de "Jugar sin la pelota", la columna de opinión de Quique Larrousse, que puede leerse o escucharse en su propia voz. 

La decepción queda chica al lado de esa certeza, de esa convicción sostenida por las pruebas de un fracaso en puerta. Tal vez en "puerta abierta", lo que es más grave aún pues augura anticipado final. Refiero esta observación para definir, acorde a mis percepciones, la realidad que vive el DT del CAI en lo que tal vez sea su peor momento desde que asumió.

Es incierto el destino de Julio Vaccari como entrenador del equipo de primera división, aunque debemos tener memoria de su trayectoria y tener presente que nunca, desde que asumió, tuvo al éxito por aliado. Altibajos que, tras un dificultoso arranque, nunca le dieron la tranquilidad necesaria para afianzarse en un trabajo, en una táctica. Con suerte en imponer el estilo que supuestamente traía a Avellaneda.  

Es cierto que tras su paso favorable por "El Halcón" de Varela, el "Fortin" de Liniers no lo recuerda con igual gratitud. Su paso por Vélez Sársfield fue sin pena ni gloria. Su llegada a Independiente generó horizontes esperanzados pero prudentes. Hace tanto tiempo que nuestro club no trae técnicos de probado prestigio y trayectoria que este hombre nacido un 9 de julio de 1980, llegó con nuevas incógnitas. Sus antecesores no habían sido menos, muestra de procesos poco claros en la elección del puesto por parte de la dirigencia.

Stilitano fue improvisación del momento. Zielinski no era el que había encumbrado a Belgrano ni a los tucumanos. La irrupción de Tévez tuvo expectativas breves diluidas muy pronto. De veras que esta directiva no acierta en la elección de los conductores, lo que hace pensar, o en un mal criterio de alternancia... o en un desconocimiento de la materia. Materia aplazada y demorada por demasiado tiempo: saber las virtudes y características que debe tener quien dirija al equipo de Independiente. 

Las actuales circunstancias que se agudizan en suponer cuál será el futuro de Vaccari me recuerdan aquel capricho fatal del presidente Javier Cantero cuando ese 5 de septiembre del 2011 puso en ese puesto al ex jugador Rojo Cristian Diaz, responsable de la Reserva del Club. El espejismo del 5 a 4 a Boca en su estadio resultó funesto. Poco después se iba del cargo Díaz, quien había dejado un gran recuerdo como jugador y había sido un fiasco como "mister". 

Los 23 años sin títulos locales son un karma para todas las CD que pasaron. Cada una con desaciertos en el asunto. Cada una relevando técnicos, con el consecuente naufragio al elegir los jugadores pedidos, o negociados de forma inconsulta por la cúpula. Por eso, lamentar el presente no es sino repetir el pasado. En todas las áreas de gestión de mando, pero en especial en la designación del coach.

En tiempo de notable fracaso e inocultable chasco en sentar al conductor de turno, el calendario apremia y el resultado angustia.

El actual entrenador tiene hasta fin de año, pero la urgencia no garantiza el crédito del contrato. La posición en la tabla, la pérdida de todas las competencias, el pésimo nivel futbolístico, las pobres explicaciones de ocasión, las débiles espaldas de dirigentes y técnico, sumada la exasperada desazón de la enorme hinchada diabla y por si fuese poco las consecuencias irreversibles del peor cometido en la historia de Rojo en la noche contra la U, vuelven imprescindible un cambio de mando, un giro de timón en la picada frenética que separa el cierre de la temporada de la comprometida realidad.

La epidemia alcanza al plantel. Bajaron el rendimiento los mejores hasta Junio. Se fueron juveniles que podrían ser alternativa. Se cayó el juego de equipo de lo pretendido. Se lamenta la sucesión de puntos perdidos. 

Es evidente el perjuicio de los arbitrajes en varios partidos. La sombra de muy peores momentos demora el alba. Las dudas de la directiva se vuelven tan inocultables como lo es su ineficiencia. En definitiva el peor de los panoramas del presente y el futuro acorralan la vida del club. Todo un combo de desagrados envuelve y urge. Tal vez el primer nudo a desatar y rezar pueda ser la continuidad del director técnico. Y luego veremos.

Quique Larrousse 

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