La columna "Jugar sin la pelota", de Quique Larrousse, dedicada a Rodrigo Rey.
Van 6' del segundo tiempo y el numeroso público local renueva la expectativa de ver consolidar la victoria con un segundo gol.
Independiente pierde una pelota en el medio campo por un defecto que se repite: esa imprecisión de pases cortos cuando es el momento de dar pelea en el medio y armar un ataque. Ceder el balón a un rival que justamente basa su juego en precisión de pases hombre a hombre, es ponerse en peligro de contraataque. Es asi que con su profundidad milimétrica, Komar habilita al goleador, entre líneas, burlando la defensa que ya no podía dejar en offside a nadie. Tomado de frente el delantero rosarino, le ganaría al marcador. Pero fue Lomónaco que se las arregló para cruzar, dar alcance y cerrarle la entrada al área penal. A toda carrera el dos rojo corrió a Copetti y pasó de largo cuando aquel se frenó de golpe. La jugada es una pintura del brutal, titánico y atlético esfuerzo de los rivales. Arranque, potencia y pique del extremo de Arroyito. Explosión y tremenda exigencia del central rojo que arrancó cruzándo en desventaja, pero su decisión le permitió alcanzar la línea del rival. La frenada fue dramática y espectacular.
Tendones rotulianos, ligamentos tibiales y femorales rinden sobre los limites de su tolerancia. Toda la exigencia probada en entrenamientos, se dispone en milésimas, pero en pleno partido. En la última noche esperada y por los puntos. Lo que nació de un yerro del medio derivó en movimiento de contragolpe repentino y amenazador. La mente da órdenes casi automáticas para que lo físico responda sin pausa. Cuando el central rojo lo cruza, Copetti mete el amague y luego arranca de cero hacia la línea de fondo. Ya con el defensor sin retorno, el delantero canalla tiene todo el tiempo para elegir qué hacer. Ve la entrada de Duarte entre los defensas y perfila para tirar el centro y que le llegue justo, servido, puesto como con la mano, para la cabeza de su compañero. Para que media Rosario palpite el gol. El chico de Clorinda, Gaspar Duarte, una promesa del mejor equipo del fútbol argentino en 2025, se relame. La ve venir. La espera. Aunque la imaginación pause cada instante de la jugada, todo es muy rápido. La instancia tiene tres velocidades bien diferenciadas.
La de la jugada en sí y del movimiento de los protagonistas. La del espectador, que se cuenta de a miles de almas entre la gran Avellaneda roja y la "Chicago argentina" así bautizada en las épocas productivas del país. Y la última velocidad que nos permite la imaginación, la memoria sobre jugadas parecidas y todo lo que pasa por mi mente en este momento en que la recreo.
Burlados los dos defensores, la pelota baja buscando el impulso que la mande a la red y ese impulso se lo dará Duarte que llega a tiempo para no fallarle a quien le sirvió el centro perfecto. El pibe presiente, olfatea la definición y mete el frentazo goleador contra el movimiento del arquero que se arroja sobre su izquierda y parece ofrecerle involuntariamente el espacio a contra pelo.
En las cuatro tribunas bien pobladas del Libertadores Bochini, miles de corazones se paralizan. Es apenas un instante que se congela desde que el centro se sinceró como perfecto. Las miles de almas no son menos sufrientes que los millones de ellas que ven la jugada por televisión. El pánico cobra sus víctimas y ya hay quien quiere que se abra la tierra y se trague todo con tal que no suceda lo inevitable. El drama lo sienten dos hinchadas. Una, inicia aquella explosión qué no será y la otra, la local, la que soñaba con cerrar el torneo ganando en su cancha, espera un instante fatal para sentirse muerta. Y menos mal que esperó, porque hay un Rey que no se sabe si reina, pero gobierna. Manda en su propia suerte y decide a favor la vida de su arco, de su equipo, de su hinchada y la contraria.Salva el partido y salva el triunfo. Ese Rey es el tipo a quien la crisis de Independiente ha llevado de la gratitud a la crítica lapidaria. Ese Rey es dueño del arco de los tiempos difíciles. El arco donde se enfrentan todas las dudas. Pero no será esa noche cuando abdique al trono. Para el bien de su gente, Independiente tiene un Rey, Rodrigo, el de Las Parejas. El que se cansó de salvar al Lobo en el Bosque, hoy salva al Diablo en su propio infierno. Y más que nunca y en su mejor forma, esta noche, este arquero, es el indiscutido "Rey de los Unos".
Quique Larrousse

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