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Independiente y Universidad de Chile empataban 1 a 1 cuando el encuentro fue suspendido al comienzo del segundo tiempo por gravisimos incidentes que comenzaron en la parcialidad visitante y terminaron con hinchas del Rojo invadiendo la tribuna. 


Una noche dificilísima para Independiente, para el fútbol, para las familias y los hinchas que vamos a la cancha a alentar a tu equipo, con la ilusión de que la pelota entre más veces en el arco rival y podamos festejar, más allá de disgustos, enojos, planteos o esquemas de cosas que hoy ya parecen superfluas.


El Rojo caía en un partido que se jugaba con intensidad, llegó al empate con un gol de Montiel y su empuje, más Rodrigo Rey, lo mantenían con vida para irse 1 a 1 al entretiempo. Ya no se volvería a jugar más que un minuto de la segunda parte.

La crónica debe pasar por todo lo que falló esta noche. Mientras Independiente dispúso de dos mil localidades en un rincón del Estadio Nacional de Santiago, a la U de Chile se le otorgaron 3500 de una tribuna completa, que hace rato dejó de ser popular para ser una platea social que conmúnmente es ocupada por las Peñas, que ya no cuenta con ninguna protección hacia abajo y donde tampoco se previó un pulmón con la garganta que da a la platea Erico.

Los chilenos, que colmaron la Pavoni alta, le hicieron la vida imposible a quienes fueron a la popular baja, que debieron refugiarse en el pequeño alero para evitar los proyectiles que constantemente caían desde la visitante. Tampoco se salvaron los que estaban a un costado en la garganta, y la Erico baja. Sobre el final del primer tiempo llegó lo peor, con corridas y hasta una bomba de estruendo arrojada contra la tercera bandeja de la garganta.


El entretiempo fue un descontrol, y desde la voz del estadio solo se pedía calma a los hinchas chilenos. Con las demoras para comenzar la segunda parte, el pedido fue de "abandonar la tribuna", cosa que no sucedió porque tampoco habia presencia policial ni de seguridad privada para desalojar. En la previa, se informó de 650 policías y 150 agentes privados. Ninguno estuvo en la popular, y en los videos que circularon por redes luego incluso se vio a hinchas chienos armados con puñales. 


La solución entonces fue abrir la reja que dividía la Pavoni con la platea Bochini baja para que los hinchas Rojos pudieran estar un poco más resguardados de la lluvia de proyectiles. El partido estuvo "provisionalmente suspendido" durante 20 minutos, con los dos equipos dentro del vestuario, e insólitamente comenzó a jugarse el segundo tiempo, pero fue solo un minuto. 

Los incidentes y objetos que caían eran cada vez más y la propia gente del Rojo terminó colgándose del alambrado reclamando por más seguridad. Con el partido nuevamente parado, los chilenos comenzaron a retirarse muy lentamente, de a ratos volvían, hasta que quedaron solo unos pocos que tampoco se iban. Hasta que irrumpió un grupo de barras de Independiente y se produjo el descalabro. 

Una locura por donde se lo mire, con los visitantes intentando escapar y los locales persiguiéndolos por la tribuna, desvistiéndolos e incluso con hinchas que terminaron saltando al vacío, en imágenes escalfriantes que hasta el momento se desconoce el descenlace. Por supuesto, el fútbol a esa altura estaba en el olvido, el partido se suspendió y luego canceló, a la espera de una determinación oficial por parte de la Conmebol.

Emiliano Penelas

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