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En una nueva entrega de la columna de opinión "Jugar sin la pelota", Quique Larrousse habla de "La pasión silenciada".


Viví hasta los 90 aproximadamente con una prescindencia de informarme sobre la vida interna del club y más aún de militar en él. Habitual de los que disfrutábamos sin comprometer ni ofrecer más que leal asistencia y pertenencia. No digo que sea poco, pero sí que no alcanza. Hay algo que me parece predestinado del Club Atletico Independiente, que nos habituó a miles de simpatizantes a tal comportamiento. Algo displicente si se quiere, desinteresado de un mayor compromiso o participación. El futbol, en el país de las masas agitadas es un poco asi. Un manantial de seguidores, admiradores, en muchisimos casos fans, en buen número partidarios o afiliados al color, al nombre, a su historia. Aficion pura y sumamente leal, aunque su serenidad le moleste a los celosos y avaros rivales, tal vez envidiosos, tal vez fastidiados de ver cuanta gloria sumaba Independiente sin la necesidad de favores del poder ni aún del apoyo mediatico. En tal contexto sucedió y sucede que en cualquier lugar del territorio nacional, en el más pequeño y alejado de los pueblos, uno puede encontrarse con un "simpatizante" o simplemente "adepto" al Rojo de Avellaneda. Eso es natural y parte del universo Rojo y no muchos reparan en ello.



Conozco simpatizantes en el territorio del país todo. Algunos los descubrí de ocasión paseando, trabajando en las más diversas regiones de la Patria. La frase "Dios está en todas partes pero atiende en Bs.As." es real. La creación de los torneos nacionales en los '60 federalizó el fútbol y llevó a los grandes al país profundo. La repercusión e inmediata simpatía con Independiente se vió en los que encontraron la opción válida para no caer en el dilema de los clubes de la ribera. Otros gustaban del rojo como su color favorito. Miles supieron de méritos legendarios, tanto del origen del club como de sus continuas hazañas. Y los cracks tuvieron el magnetismo de sumar a miles de seguidores. Los más entusiastas fundaron peñas y clubes con el nombre de Independiente. Fenómenos tales se fueron multiplicando por el territorio nacional y eso extendió para siempre la grandeza.

Pero las cuatro décadas previas a los '60, toda gira del equipo rojo era recibida con el entusiasmo propio de las poblaciones en todas las provincias. La institución de la Avellaneda industrial y creciente, generó vínculos con cada pueblo, con cada capital visitada. Jugó partidos amistosos que se escribieron en páginas notables y se ganó el apego de cientos de miles de argentinos que solo conocían a los Diablos Rojos por las fotos y coberturas de diarios y revistas. Independiente derramó por la Argentina su filiación y ésta fue legítimamente querida y adoptada. Los diarios de las cabeceras de provincia, cubrían con generosa amplitud cada presentación de los Rojos en partidos amistosos. Nacían padrinazgos a clubes chicos, captación de los cracks juveniles, convenios de apoyo mutuo, Independiente desplegando camaradería a instituciones regionales y fiestas, recepciones, asados de extraordinaria comunión con el grande de Avellaneda.

Independiente ha dado tanto a la sociedad futbolera nacional con su presencia en el país, que ha recibido de ella la simpatía eterna, heredada por varias generaciones y detectable, a veces con alguna humildad, por donde quiera caminemos la tierra. Son muchos hoy los padres jóvenes y sus hijos que consultan cómo asociarse al club. Son vecinos de la Patagonia, del Ande, el llano y la sierra, o de las provincias del mapa norte argentino. En las tandas de pruebas de juveniles nos encontramos con los acentos variados de la tierra madre. Pibes que llegan de muy lejos con la ilusión de ser elegidos. En resumen. Mientras en la Av Mitre 470 se juegan el apoyo de la gente o su crítica en cada decisión, en la ancha extensión nativa se respira en silencio todo el amor por el club sembrado del principio. Hoy las redes acercan el fervor, rompen el silencio, despiertan la pasión.

Pero le hará falta trepar unos escalones a la dirigencia Roja, no importa quien gestione, para bajar ese potencial al usufructo económico y futbolístico. Ese potencial todavía intacto aún con 22 años sin campeonato. Un aval gigantesco, leal y siempre dispuesto a apoyar. Sentimiento nunca dormido, pero hoy más ansioso que nunca. Un mundo partidario alejado del Libertadores-Bochini, con miles de seres que no conocen el estadio. Es el desafío del presente junto a la urgente recuperación del mejor futbol y del protagonismo. Que una masa de más de seis millones de corazones escarlatas, pueda ver a su club amado y expresar su palabra postergada. Una voz silenciada de humildad a veces, pero nunca perdida en tiempo de sequía.

Quique Larrousse

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