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El domingo de Pascuas no fue de resurrección para Independiente, que volvió a jugar muy mal, y cayó ante Estudiantes por 2 a 1, pero pudo ser peor. Clima caliente en la previa del Clásico de Avellaneda.


Un equipo que no genera nada y juega cada vez peor, que expone en cada partido falencias de Inferiores como la dificultad para controlar una pelota o dar dos pases seguidos a un compañero, que no sabe aprovechar ni siquiera los errores del rival, las fallas al definir o los goles en contra. Un problema que parece exceder el técnico de turno.


De arranque el Pincha fue más, o al menos mostró querer serlo, metiendo un tiro en el travesaño y luego desperdiciando un par de mano a mano, por Rey, pero también por sus propios errores. En el Rojo nadie dominaba una pelota, no se generaron asociaciones y Monzón pedía infructuosamente movilidad a los mediocampista y atención a los defensores.


La segunda mitad sería aun peor. Otra desconcentración en el fondo y a los 4 minutos comenzaba ganando la visita. Todo era impotencia en el campo de juego e impaciencia en las tribunas, que comenzaron a cantar contra los jugadores y exigiendo ganar el clásico, algo que a esta altura parece lejano.

Cuando el juego se moría llegó una mínima esperanza, gracias al gol en contra de Zaid Romero para darle a Independiente una luz de esperanza. Pero ni eso porque dos minutos después el mismo jugador se redimió anotando el segundo de Estudiantes. Todo fue desánimo, ya ni ganas de insultar quedaron para los hinchas de Independiente, que esperaban finalmente ver el resurgir del equipo.  

Emiliano Penelas 

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