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Aquel 22 de diciembre del 83 fue la primera coronación del mejor Independiente de todos los tiempos. Si bien el Tetra campeón de la Libertadores entre 1972 y 1975 era casi imbatible a nivel internacional, ese equipo de Pastoriza rozó la perfección. Se le venía negando al Rojo, ya desde el Nacional 81 cuando cayó en semi contra River, y los errores arbitrales, y los dos torneos que se llevó Estudiantes por dos puntos en uno y un gol en otro. Es que ese Metropolitano le dio el impulso para que en el 84 levante la séptima Libertadores y el segundo campeonato mundial. El fixture del Metro 83 marcó que en la última fecha debiera enfrentar a Racing, el clásico rival que cuatro días atrás había descendido. Fue una fiesta, que recién se empezó a desatar con el gol del Gringo y que tuvo su éxtasis total tras el zurdazo del Vikingo. Hacía casi cinco años que el Rojo no daba una vuelta y, para aquellos hermosos tiempos, una vida. Hoy, a 30 años y en la segunda división, esos títulos adquieren un valor tremendo porque fue tomando dimensión a medida de que Independiente se venía cayendo a pedazos. Se cargó al rival, pero siempre poniendo primero el valor de la propia conquista. Igual, quién se hubiese imaginado al Rey de Copas ahora en la BN, como pasó con River, y hundido en deudas que hoy parece que jamás podrá pagar. Los tiempos cambiaron y al Rojo le tocó la mala, pero de ese jueves caluroso nadie se podrá olvidar. Ni los que nacieron después de esa fecha, de un lado y del otro, porque cuando tus hijos o nietos te pregunten no les tendrás que contar un cuento. Fue pura realidad, no humo...

Beto Tisinovich
Diario Olé, 22 de diciembre de 2013

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