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Independiente sigue a la deriva, perdió su tercer partido consecutivo en el arranque del torneo, aún no marca goles y no se advierten mejorías. Estudiantes, con muy poco, lo superó sin objeciones.

El Rojo volvió a caer. El Rojo sigue sin hacer goles. El Rojo no es incisivo ni demuestra amor propio para dar vuelta la historia adversa. El Rojo carece de todo o casi todo lo que un equipo que ni siquiera juega bien puede tener. Y ya es preocupante.

Aunque de nuevo priorizó la prolijidad, el toque a ras del piso, la pelota controlada, a Independiente le falta ser punzante, llegar con claridad, pisar el área rival, llevar riesgo de tres cuartos de cancha para arriba. Sólo una volea espectacular de Farías, a los 14' de la primera mitad, insinuó algo de peligro para el arco de Andújar. El Tecla fue individualista a la fuerza, nadie lo asiste, nadie le da juego. A Benítez aún le falta explotar y Defederico es muy inconstante. Más allá de altas y bajas, creemos que Patricio Rodríguez no puede sentarse en el banco.

Si a todo eso le sumamos errores defensivos como los que posibilitaron el primer gol de Estudiantes, o la gran cantidad de pelotas perdidas en el medio de la cancha, entonces el panorama que se vislumbra es complicado. Más cuando a pesar de que en el arranque de la segunda mitad parecía que iba a verse otra cosa y como siempre caímos en la cuenta de que el envión positivo no dura más de cinco minutos.

Lo cierto es que Ramón Díaz no le encuentra la mano al equipo, los cambios tampoco trajeron soluciones, y la resignación parecía ser la actitud más destacada del Rojo. El mazazo lo dio el juvenil Guido Carrillo, que cabeceó solo un centro de Verón y puso punto final a una historia que estaba definida mucho antes.

Emiliano Penelas

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