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El sufrimiento, la adrenalina, el pánico escénico de los primeros minutos hicieron que volvamos a sentir ese gustito hermoso de volver a jugar la Libertadores. Estamos a 90 minutos de desandar el camino a la octava Copa.

Alguien nos preguntó un par de días antes si pensábamos que los dos partidos ante Quito eran la Copa Libertadores, por más que la Conmebol así los estipula. La respuesta presentaba sus dudas, y así se lo hicimos saber a nuestro amigo, sin saber muy bien qué opinión dar.

Porque si bien es cierto que el duelo presenta el picante y la adrenalina de una final o eliminatoria directa (lo que en definitiva es) marca el ingreso a la "verdadera Copa", y no podíamos dejar de pensar que estábamos a las puertas de la máxima competición continental de clubes, la que más veces alzamos nosotros.

Por eso después del 2-0 del martes, y aunque los nervios hayan bajado un poco, podemos dar fe de que esto es la Copa Libertadores, pero que nosotros queremos jugarla "entera" y que vamos a estar palpitando hasta el último minuto este duelo injusto, porque consideramos que el campeón de la Sudamericana debería ir directo a la fase de grupos, pero acá nos pusieron y hay que pelearla.

Volviendo al partido ante Deportivo Quito, el resultado obtenido en Avellaneda es bueno, o muy bueno según palabras del siempre motivador Mohamed. Un gol de Independiente allá obligará al rival a marcar cuatro, y eso dejaría la serie casi liquidada. Claro que el tema de la altura no es joda, y ronda las cabezas de varios, sin embargo Independiente deberá mostrar solidez defensiva y criterio a la hora de correr la cancha.

Son noventa minutos de un segundo tiempo que viviremos desde el Estadio Atahualpa junto al Rojo, esperando seguir transitando el camino hacia la octava Copa.

Emiliano Penelas

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