0
Los hinchas de Independiente, y seguramente también Daniel Garnero, después de la derrota contra Arsenal creyeron que el equipo había tocado fondo, que peor no se podía jugar. Error. Se podía jugar peor y el ejemplo llegó pronto, en su nueva presentación como local, frente al Quilmes de Hugo Tocalli que también pena en el fondo de la tabla buscando una identidad definida, y que, en esta ocasión, acumuló más méritos como para quedarse con la victoria que tan lejos se ubicó en el horizonte del Rojo.

El técnico de Independiente encontró motivos como para modificar algún detalle de la estructura de su equipo, entre ellos, devolver al Pato Rodríguez al banco, responsable de las ráfagas de mejoría que había evidenciado el equipo en Rosario y -en menor medida, por la Sudamericana en La Paternal-. De cualquier manera, su ausencia del equipo titular como compañero de ataque del Cuqui Silvera, no alcanza para justificar la lamentable actuación de Independiente. Tampoco se podrá hablar del poco tiempo de recuperación: el jueves, si no jugaban, se debían entrenar.

Y no estamos hablando sólo de falta de volumen, de ideas, de personalidad o de reacción: Independiente cometió, a lo largo de los noventa minutos, errores incomprensibles para el nivel profesional porque muchos de ellos fueron errores conceptuales que explicaron las enormes imprecisiones de un equipo sin arrestos siquiera de amor propio. Imprecisiones que Quilmes, desde el orden de sus líneas, supo evitar, al punto de que en varios pasajes acertó varios pases seguidos entre futbolistas vestidos de blanco. Los que estaban de Rojo, no.

La sensación que quedó flotando es que Quilmes estuvo más cerca de ganar el partido. Pero más que por virtudes propios por los signos de somnolencia espiritual que evidenció toda la tarde el dueño de casa, transitando el terreno como un alma en pena que sólo esperaba la ejecución. No fueron muchos los méritos del Cervecero que, pese a manejar mejor la pelota, nunca tuvo la profundidad suficiente ni la puntería letal. Ni en el arranque, cuando Raymonda quedó solo y se perdió un gol increíble (apenas iban 3 minutos), ni en las dos que tuvo Gervasio Núñez y resolvió mal o en la media vuelta de Juan José Morales que se fue cerca.

Tampoco alcanza para explicar la ausencia total de respuestas individuales y colectivas en el dibujo elegido por Garnero, con Battión de vuelta en el equipo, Mareque en una posición indescifrable (¿doble cinco?) y Godoy sobre la derecha. Tuzzio sufriendo el puesto que no siente, Maxi Velázquez equivocándose en todo (hasta en los dos tiros libres impresentables que remató) y Gracián con menos movilidad que la grúa ubicada a un costado, como amenazando el reinicio de las obras de un Estadio que volvió a escupir bronca y fastidio.

Recién sobre el final, ya con Rodríguez en la cancha, más Nicolás Martínez y Mancuello, Independiente encontró dos chances en los pies de Parra, las dos desde clara posición para definir pero muy mal resueltas. Antes Silvera, el único que pareció sentir vergüenza deportiva, había probado con una media vuelta de zurda que se fue cerca.

Un sabor dulce
Para Quilmes y sus urgencias, el punto como visitante puede tener algún sabor agradable, sobre todo porque pudo haber conseguido algo más. En cambio, para Independiente representa una nueva mancha en su legajo; era una buena ocasión, después de abrochar la anhelada clasificación para los octavos de final de la Sudamericana, para generar activar la reacción. Lejos de ello, los nubarrones se hicieron más densos y ni siquiera ese alivio copero de entre semana alcanzó para aplacar las llamas del infierno que vive Independiente.

Pablo Vignola
Diario Popular, lunes 13 de septiembre de 2010

Publicar un comentario