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"No hay vueltas que darle: es casi imposible que el Rojo juegue bien. Y ahora viene Boca", dice Eduardo Verona en el artículo que hoy publica Diario Popular y reproducimos a continuación.


Después del 2-0 de Independiente sobre racing, comentamos que si el equipo no atrapaba una idea y una convicción futbolística, el triunfo en el clásico no iba a dejar ninguna proyección.

Luego del 0-2 ante Gimnasia, hay que confirmar que nada cambió en Independiente. Y todo volvió a fojas cero, más allá del aceptable primer tiempo que pudo construir.

La realidad indica que no hay que darle demasiadas vueltas al asunto: este Independiente que finalizó antepenúltimo en el Apertura pasado, sigue a la deriva como un barco en alta mar. Y será casi imposible que pueda jugar bien.

El Flaco Menotti, con su honestidad brutal, trascendiendo los pesares del club, afirmaría: “Podrán ganar algún que otro partido, pero jugar bien jamás”. Esta definición del entrenador campeón del mundo parece hecha a la medida de Independiente.

Habría que repetir que si entre otras cosas el fútbol es una idea, ¿cuál es la idea que expone el equipo? Y otras preguntas se precipitan: ¿de qué juega Montenegro? ¿Y el Toti Ríos e Higuaín, siempre atropellados, ciegos, individualistas sin remedio? ¿Y Mareque, Moreyra? ¿Y Puertas y Núñez, tan excedidos de peso como cualquier jugador de fin de semana?

¿Qué le vieron al colombiano Moreno? Nunca justificó estar en la cancha por una razón muy simple: es necesario hacer un esfuerzo descomunal para encontrarle alguna virtud. Y después de concluido ese esfuerzo quedan evidencias contundentes: es un despropósito la presencia de Moreno, incapaz de hacer algo productivo.


Juramentos y traiciones
Santoro, vieja gloria del club, no tiene nada para decir. Nada sustancial ni relevante. Hace lo que puede. Y puede poco. Muy poco, por encima de sus deseos e ilusiones.

En definitiva, Santoro, quien volvió a asumir como técnico en una emergencia después de la salida desprolija de Borghi, se puso al frente de una crisis de larguísimo aliento. Y probó. Sacando y poniendo jugadores. Todos los intentos fueron en vano.

El equipo nunca capturó una estrategia colectiva. Los cambios de intérpretes no alteraron lo más importante: no existió una línea, un estilo, un patrón de juego. No nos estamos refiriendo a un sistema táctico dibujado en un pizarrón. Hablamos de una idea. De un concepto. Y sin un concepto para abordar los matices del juego, todo es errático, pasajero, circunstancial.

Por eso no sorprenden los juramentos y las traiciones futboleras de Independiente. Ni la promesa de ayer ni la debacle de hoy. Santoro tiene que improvisar. E improvisa. Porque todo se desvanece. En ese aquelarre de pruebas que no dan resultado, cada partido acelera los cambios que se vienen. Uno tras otro.

La historia del fútbol establece que un equipo no se encuentra dando manotazos de ahogado. Un equipo se construye desde el ensayo y el error. Y naturalmente desde la capacidad de los jugadores y el cuerpo técnico, sostenidos por la dirigencia.

Santoro, con sus 67 años recién cumplidos y con su amor incondicional por Independiente, parece superado por la dinámica de los tiempos actuales. Y cada vez se expone más. Porque el plantel es una máquina de enterrar técnicos, devorados por la suma de todas las fragilidades que se le vienen encima.

El legado del 2-0 a racing no fue otra cosa que una búsqueda desconcertante. En el desconcierto lo arrebató Gimnasia después del primer gol que convirtió. Y lo dejó desnudo, vacío e impotente.

Ahora lo espera Boca. A todo o nada. ¿Lo sabrá el plantel?

Eduardo Verona
Diario Popular, domingo 1º de marzo de 2009

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Esteban dL dijo... 1 de marzo de 2009, 11:48 p.m.

che, que onda? a racing le ganaron, y bastante bien y pierden contra gilnasia??? :S que cagada...

saludos

La Caldera del Diablo dijo... 2 de marzo de 2009, 12:07 a.m.

El artículo este describe perfectamente lo que le pasa a Independiente, un equipo que está "a la deriva" desde hace mucho tiempo.
Saludos

Emiliano