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Independiente, que venía jugando mal, le ganó a racing por 2 a 0, con claridad y contundencia, aunque sin brillar. El triunfo debe servir para levantar el ánimo; y para eso están los hijos, para darnos felicidad.


Fue un partido malo, jugado por momentos con mucha torpeza y poca precisión. Cuesta encontrar nombres desequilibrantes o jugadas que hayan quedado en la memoria. Pero se ganó, y era un clásico, y veníamos jugando muy mal, y era necesario "ganar o ganar", y se logró.

Independiente le ganó a su hijo racing, que lleva ocho partidos sin poder vencerlo, y esa es la noticia del día, que despertó la alegría de los Rojos y la decepción de una pequeña parte de Avellaneda.

Apenas iban 3 minutos de juego cuando tras un centro desde la izquierda y la cabeza de Pusineri (¡cuándo no!) puso el 1-0 y llevó tranquilidad al equipo, que siguió en la búsqueda, no se echó atrás y mostró presencia en el campo rival. Porque lo importante es que desde el inicio el Rojo salió a jugar el partido con otra actitud respecto de lo que había mostrado en los primeros encuentros. El desafío era demostrarle a la gente que había ganas de quedarse con los tres puntos y eso se evidenció desde el comienzo, cuando el cuadro de Santoro atacaba y presionaba en todos los sectores de la cancha.

Esa presión, dada también por una gran tarea de Pusineri, junto a Sergio Vittor y Federico Mancuello, se mantuvo hasta los 25 minutos de la primera parte, cuando el trámite comenzaba a emparejarse, y aunque no llevaba peligro sobre Assmann, racing se hacía dueño de la mitad de la cancha, marcando la peor parte del Rojo en el partido. Allí aparecieron viejos errores, con las líneas demasiado distantes, Montenegro muy tirado atrás y sin poder conectarse con Sosa y Moreno, a quienes la pelota nunca les llegaban con claridad.

En el segundo tiempo Santoro hizo ingresar a Ríos, que fue vital en el desarrollo del partido, a pesar de haber jugado menos de un tiempo. El Toti jugó, pisó la pelota, la mostró, exhibió algo de la rebeldía que el Rojo necesitaba, y fue un socio acorde a lo que Montenegro también requería.

También fue bueno lo del Chuco Sosa, quien corrió y metió siempre, y hasta ¿fabricó? un penal que a los 20' terminó siendo el segundo tanto de Independiente, a través de los pies del Rolfi, que esta vez no falló, aunque tuvo que patearlo dos veces por invasión de área en la primera chance.

Desde ese momento racing desapareció de la cancha e Independiente pudo haber aumentado la cuenta por intermedio de Higuaín, Moreno, Sosa y Ríos, quienes llegaban con chances a buenas posiciones de gol.

Un triunfo que hacía falta desde lo anímico, y que esperemos sirva para revertir muchos de los problemas que el Rojo había mostrado en las primeras fechas.

Emiliano Penelas

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