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Independiente fue superado por un débil Colón, que supo aprovechar las increíbles oportunidades que le regaló el Rojo en defensa. Nadie se salvó de los insultos, y hay olor a depuración en el plantel. Aprovechen las ofertas.

La bandera apareció en el segundo tiempo, luego del tercer gol de Colón.
La relación con la gente se terminó de romper.

El Rojo salió con la obligación de demostrar a su público que no todo estaba perdido y que el pálido equipo que se vio en cancha de Argentinos hace una semana era sólo un reflejo condicionado de la retirada de Troglio.

Nada de eso sucedió, porque los traspiés, errores defensivos, falta de ideas y escasa demostración de querer torcer un destino adverso hizo que la gente se desilusionara pronto y cambiara los cantos de burla hacia el rival en desgracia a los agravios directos para el propio equipo.

Cuando la debacle se veía venir un desconcierto de horrores defensivos entre Gioda, Moreira y compañía, hacen que la pelota le quede a dos metros del arco a Chitzoff, quien liquidó a Assmann con un potente remate. Iban 24 minutos. Sólo dos más tarde, con Gioda saliendo lejos y mal, la defensa descolocada y a contrapierna, una pelota cruza de lado hasta la derecha, donde Romero cobra ventaja de semejante descalabro en la marca, y anota con un tiro rasante abajo, desde afuera del área, el 2 a 0.

El Sabalero no era más, ni siquiera era ordenado, prolijo o vistoso. Estaba en zona de descenso directo, angustiado con los puntos, con un nuevo entrenador, no podía darse esos lujos. Pero se encontró con un Independiente no es ni por asomo un equipo. No juega colectivamente, y no demuestra siquiera intenciones de cambiar o voluntad de torcer la historia. Sólo algo de Pusineri, un par de corridas y esfuerzos de un Denis que jamás recibe limpia una pelota como para poder maniobrar, y un poco de hidalguía en los juveniles, sobre todo Calello y Patricio Rodríguez.

La tribuna ya gritaba todos los cánticos habidos y por haber en contra del equipo y racing era ya tema de olvido. El problema estaba ahí enfrente, vestido de blanco. Durísima fue con Leandro Gioda, quien debió soportar una estruendosa silbatina cada vez que tocaba la pelota, como si se tratara de un ex que se fue a traición. "Yo no pagaría una entrada para putear", había dicho el defensor en la semana, y pagó caro sus declaraciones. Creemos que, a pesar de que tuvo errores garrafales y hace tiempo que no está en su nivel, fue una reacción desmedida de parte del público que no ayuda a que el jugador mejore. Moreira también fue referente de las puteadas, y la impaciencia subió hasta el mediocampo. La padecieron Fredes y hasta Montenegro.

Si a alguno se le ocurrió que en el segundo tiempo podía venirse una levantada del Rojo, la ilusión duró demasiado poco. Menos de un minuto tardó Colón en encontrar el tercer gol, el tercer regalo de la noche. Y fue justo Assmann, que venía salvando al Rojo en las últimas fechas, el que fue presa de los nervios y dejó escurrir entre sus manos un centro desde la izquierda. Darío Gandín la terminó empujando con el arco a su disposición.

En ese momento la gente explotó, y una bandera apareció tras el arco local: "Jugadores cagones. Vallanse todos!!" (sic) era el mensaje claro. ¿Será la carta de despedida para muchos de los que jugaron esta noche?

Faltando diez minutos Germán Denis (creemos que el Tanque estaba adelantado al menos un metro, pero poco importa) convirtió de cabeza luego de que Montenegro peinara un centro de Patricio Rodríguez, quien terminó jugando todo el partido, y siendo, con lo que su corta experiencia le permite dar, el mejor de la cancha Roja.

Emiliano Penelas

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Stubbins dijo... 6 de abril de 2008, 3:16 p.m.

Pues si que corren las aguas revueltas por Avellaneda.

Animos desde Barcelona para el Rojo (y para el Globo)