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Independiente, que no ligó nada, perdió 2 a 0 ante Lanús, que supo aprovechar las que tuvo y también gozó de los errores de un equipo que se cae a pedazos. Quinteros y Montiel se fueron expulsados. 


Cuando venís torcido nada te endereza. Cuando anuncian sol te llueve y cuando pensás que tocaste fondo aun hay un poco más. Independiente no ligó nada ante Lanús. Tuvo dos tiros en los palos, una carambola en la espalda del arquero y un tipo que frente al arco cabecea para el costado. El Granate llegó por primera vez y Rey, ayudado por Vera, le sirvió el 1 a 0 en bandeja. Sobre la hora tuvo su segunda chance clara, y también fue adentro. Contra eso no existe la mística ni la mufa. 

Pero pese a que hasta la apertura del marcador el Rojo era más que su rival, abría la cancha, jugaba por las bandas y generaba peligro cerca del área, es justo decir que no hay un goleador. Tampoco tenemos altura, y no terminamos de resolver nada. Tiramos centros que no llegamos a cabecear y no sabemos definir. Contra todo eso tampoco se puede. 

Y no se puede con jugadores impulsivos como Montiel, capaz de hacer algo fuera de lo previsto, pero también de hacerse aminestar o expulsar por una tontería. O con alguien como Abaldo, que parece marcarse solo, entre sus propias piernas. O con Pussetto, débil en todos lados. O Cabral, en un pésimo momento que no justifica su titularidad. 


Tampoco se entiende que Mancuello siga siendo una variante, que Ávalos no gane nunca una posición, ni genere peligro. En esta noche desapacible, de lluvia constante, frío y viento, solo el ingreso de Taborda le dio algo distinto a un equipo que se hunde como el peor del campeonato y que aún no ganó. 



La gente, cansada, insultó a los dirigentes, a los jugadores, y pidió por "los pibes", un canto de guerra que aparece cuando ya no se encuentran alternativas por ningún lado. 

Emiliano Penelas 

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